LA CUARESMA: El Padre Asombroso

LA CUARESMA: El Padre Asombroso

Viernes, 15 de marzo de 2019

Hoy concluiremos nuestro estudio de la parábola del hombre que tenía dos hijos, un hijo menor que se fue de la casa, y un hijo mayor que se quedó en casa – pero los dos, como vimos, vivían lejos del corazón de su padre.

Hoy nos concentraremos en la figura central de la historia: el padre. El padre asombroso. Porque todo lo que ese padre era, todo lo que hizo, fue inesperado y sorprendente.

¿Qué tipo de padre era entonces?

El hijo menor deshonró a su padre pidiéndole la herencia que le correspondía mientras éste todavía estaba vivo. ¿Qué tipo de hijo hace eso? ¡Pero el padre se la dio! El hijo menor se escapó de la casa y de sus responsabilidades en ella, desperdiciando el dinero de la herencia en su propio placer en vez de invertirlo. ¡Pero el padre no lo detuvo¡ El hijo menor perdió todo y quedó indigente. ¡Pero el padre no lo rescató!

¿Dónde estaba ese padre, entonces, mientras su hijo menor derrochaba su dinero y su vida? ¿Y qué estaba haciendo? Todo el tiempo el padre estaba en la casa, esperando. Esperando, no con indiferencia, sino con expectativa. Esperando el día, seguramente muchos años más tarde, cuando su hijo iba a volver en sí, y él como padre paciente lo iba a ver regresando a casa.

Y cuando el padre un día por fin vio a su hijo menor a la distancia, ¿lo esperó en la entrada de la casa, con los brazos cruzados, con una mirada acusadora en la cara, y con un discurso de “espero-que-hayas-aprendido-la-lección” en los labios? Nosotros quizás hubiésemos hecho todo eso. Pero el padre de nuestra historia no hizo nada de eso. “… Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y lo besó.” (Lucas 15:20) ¡Qué  padre tan distinto! ¿Se imaginan la imagen? Este padre estaba dispuesto a sacrificar su autoridad y su dignidad, para correr con indescriptible gozo al encuentro con su hijo que se había perdido pero ahora era hallado.

Ni puso cuidado mientras el hijo confundido empezó la confesión que había ensayado en todo el camino a casa. Solo mandó sacarle el mejor vestido, calzado para sus pies, y un anillo para su mano; y mandó traer y matar el becerro gordo para comer. ¡Quería una gran fiesta de regocijo porque su hijo menor por fin había vuelto a casa! ¿Cómo así? ¡Este hijo merecía un castigo, no una fiesta!

¿Qué tipo de padre es ese entonces? ¿Un padre amoroso actúa como él? ¿No estaría tratando de enseñarle algo de responsabilidad a su hijo? ¿Cómo así que el hijo derrochó de manera irresponsable toda su herencia, y cuando volvió a casa el padre le dio una fiesta en vez de unas consecuencias?

La enseñanza principal de esta parábola es que este padre quería más de sus dos hijos que mera responsabilidad y una servidumbre sumisa. Mientras que el hijo menor solo lo veía como una fuente para sus propios placeres, y mientras el hijo mayor solo lo veía como un duro patrón para servir en el campo, él anhelaba una relación intima de amor con los dos. El problema fue que los dos hijos estaban en la casa, pero ninguno vivía en el amor de su padre. Pensaban que entregarle una fría obediencia era suficiente, pero lo que más deseaba era sus corazones.

¿Cuándo era que el padre amó más a sus hijos? ¿Fue cuando él dejó ir al hijo menor, sabiendo que iba a derrochar su herencia y su vida? ¿Fue cuando el hijo prodigo volvió a casa? ¿Fue cuando vio los años de fiel servicio que le había dado el hijo mayor? ¡No! El padre siempre amó a sus dos hijos completamente e incondicionalmente. El amor del padre por sus hijos nunca cambió – lo único que cambió fue la percepción que cada uno tenía de ese amor.

Porque el problema más grande que tenemos nosotros los seres humanos, es que la mayoría de nuestras vidas vivimos como si fuésemos menos amados de lo que verdaderamente somos.

El hijo mayor era un hijo legítimo y amado, pero vivía como si fuese un siervo. Y el hijo menor estaba dispuesto a vivir como un siervo, porque pensó que no merecía ser un hijo. Los dos vivían como si fueran menos amados de lo que verdaderamente eran. Y todo lo que el padre anhelaba era que los dos vivieran en su amor profundo por ellos.

A la larga, no importa si es rebelión (como el hijo menor) o si es religión (como el hijo mayor) que te mantienen lejos de una relación vibrante con el Padre – el resultado sigue siendo el mismo: Dios no tiene la comunión intima contigo que El quisiera tener, y tú vives lejos de un amor que te saciaría de vida abundante.

“Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo … para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cual sea la anchura, la longitud, la profundidad y al altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios.” (Efesios 3:14,17-19)

Para tu viaje personal:

Pídele a Dios que te muestre cuándo y cómo vives como si fueses menos amado.
¿Qué cosas hacen que tú corras por tu propio camino como el hijo menor o trabajes más duro como el hijo mayor?

Dios quiere que sepas que no hay nada que puedes hacer hoy que haga que El te ame mas, y no hay nada que puedes hacer que haga que El te ame menos. El simplemente te ama. Punto. Pídele que te enseñe cuan cierto es esta verdad para que puedas vivir en libertad.

(Ideas tomadas de El Me Ama, por Wayne Jacobsen)

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