LA CUARESMA: La Pascua - Comiendola...

LA CUARESMA: La Pascua - Comiendola...

Viernes, 29 de marzo de 2019

Casi es la hora del almuerzo, y huelo el arroz cocinando abajo en la cocina. Me hace pensar en la primera Pascua hace tantos años, y los olores que debían haber salido de las cocinas en ese entonces: el olor de la carne de cordero asándose a fuego, el olor de los panes sin levadura horneando, hierbas amargas … 

Hoy concluiremos nuestras reflexiones sobre la Pascua, y hablaremos de los mandatos de Jehová acerca de cómo comerla.

Leemos en Éxodo 12:8-11: “Y aquella noche comerán la carne asada al fuego, y panes sin levadura; con hierbas amargas lo comerán. Ninguna cosa comeréis de él cruda, ni cocida en agua, sino asada al fuego; su cabeza con sus pies y sus entrañas. Ninguna cosa dejaréis de él hasta la mañana; y lo que quedare hasta la mañana, lo quemaréis  en el fuego. Y lo comeréis así: ceñidos vuestros lomos, vuestro calzado en vuestros pies, y vuestro bordón en vuestra mano; y lo comeréis apresuradamente; es la Pascua de Jehová.”

El plato de la Pascua: carne de cordero asado a fuego, panes hechos sin levadura, y hierbas amargas.

Las hierbas amargas representaban la amargura de la esclavitud que los israelitas habían vivido por 430 años en Egipto, una aflicción de servidumbre que esa misma noche de la primera Pascua finalizaría con la salida de todo el pueblo para la Tierra Prometida. “Y los egipcios hicieron servir a los hijos de Israel con dureza, y amargaron su vida con dura servidumbre … en toda labor del campo y en todo su servicio, al cual los obligaban con rigor.” (Éxodo 1:13,14) En el Nuevo Testamento, ¿es posible que esa amargura y aflicción son representadas en la copa de sufrimiento que Jesús estaba dispuesto a tomar al ir a la cruz, la copa de intensa agonía que Él se tomó por nosotros (Lucas 22:42,44)?

Los panes sin levadura se comían por siete días, desde la noche de la Pascua en adelante, y las casas se limpiaban de todo lo leudado, representando así la sacada de todo el pecado y toda la maldad que había en las casas y en las vidas de los israelitas. En el Nuevo Testamento, vemos que Jesús refirió a Si mismo como “el pan de vida” (Juan 6:35), como “el verdadero pan del cielo” y “el pan de Dios” que “da vida al mundo” (Juan 6:32,33). En Hebreos 4:15, en 1 Juan 3:5, y en 2 Corintios 5:21 vemos que Jesús era “sin pecado”, que “no hay pecado en él”, y que Él “no conoció pecado”. Los panes sin levadura de la fiesta de la Pascua de los israelitas apuntaban entonces a Jesús, “el pan de vida” sin pecado.

En la primera celebración de la Pascua, la carne del cordero inmolado se debía comer en la noche, asada al fuego, comiéndola toda sin dejar nada para el otro día, y comiéndola apresuradamente y listos para un viaje.

Vemos primero, que el cordero pascual no era solo para inmolarlo y contemplarlo, sino para comerlo también. De la misma manera, nosotros debemos comer de Jesús, nuestro Cordero de la Pascua. El es nuestro alimento espiritual – Él es nuestra nutrición, nuestro sustento, nuestra fuerza, nuestro crecimiento. En Juan 6:51,54 Jesús declaró a la gente que Le seguía: “Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo … El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna …” En Lucas 22:7-20, leemos la historia de la última cena pascual que Jesús comió con sus 12 apóstoles: “¡Cuánto he deseado comer con vosotros esta pascua antes que padezca!” les dijo cuando se habían sentado todos a la mesa. Fue en esa noche que les instruyó a que comieran del pan partido, simbolizando Su cuerpo dado por ellos; y que tomaran de la copa, simbolizando el nuevo pacto en Su sangre derramada por ellos.

Vemos también, que el cordero pascual se debía comer todo. Jehová especificó que los israelitas tenían que comer “su cabeza con sus pies y sus entrañas”, es decir todo el cordero, sin escoger las partes que sí les gustaban y dejando las partes que no. De la misma manera, nosotros tenemos que comer y alimentarnos de Jesús en Su totalidad, no simplemente seleccionando lo que nos guste y rechazando lo que no; tenemos que participar del yugo y de la cruz de Cristo, si también queremos participar de Su corona.

Vemos además, que el cordero pascual se debía comer sin dejar nada para el otro día. Así debe ser para nosotros: Jesús debe ser nuestro alimento espiritual nuevo y fresco todas las mañanas, no una comida recalentada o consumida fría porque viene del día anterior. Nuevas son cada mañana las misericordias de Dios, dice el libro de Lamentaciones. Bueno es anunciar por la mañana la misericordia de Jehová, y cada noche Su fidelidad, dice el Salmo 92.

Amados: ¿qué tal si en estos días de la Cuaresma y durante la Semana Santa nos preparamos para comer el plato de la Pascua?

-    las hierbas amargas, recordándonos de toda la agonía y aflicción que Jesús sufrió cuando se dispuso a morir por nosotros en la cruz del Calvario
-    los panes sin levadura, recordándonos que Jesús es el verdadero pan del cielo y nuestro pan de vida sin pecado; y así, una ofrenda digna y aceptable delante de Dios
-    la carne del cordero, recordándonos que Jesús dio su cuerpo para que nosotros tuviésemos vida; y recordándonos que Él es nuestro alimento y sustento espiritual, en Su totalidad y todos los días

Amados: ¡disfrutemos este plato, hoy y siempre!

Como dice 1 Pedro 1:17-20: “ … conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación; sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir … no con cosas corruptibles, como oro o plata,  sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros …”

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