Barro Secado

Barro Secado

Jueves, Marzo 14 del 2019

 

Barro rescatado – pensado – preparado – centrado – presionado – girado – pulido... 

 

Y ahora barro secado.

 

 

Así de seco como han sido mi mente y mi inspiración frente a este tema en estos últimos días. En el proceso del secado de las vasijas de barro que se están elaborando sobre torno, tienen que haber unas aplicaciones a la vida humana, ¿pero cuales son?

 

Bueno – volvamos al tema del barro secado, y empecemos a escribir…

 

Secar bien las vasijas de barro que se están elaborando es un paso muy importante en todo el proceso de la alfarería sobre torno. Aquí, hay dos consideraciones muy vitales: 1) los objetos de barro, sobre todo los que tienen distintos espesores, tienen que secarse lentamente y parejo. 2) toda arcilla tiene que ser totalmente seca antes de ser cocida en el horno.

 

Un secado lento y bien parejo de las piezas es vital. Por eso las vasijas de barro deben secarse únicamente al aire libre, colocándose en estantes para que el aire pueda circular alrededor de cada una. Si las piezas se están secando demasiado rápido, hay que cubrirlas holgadamente con un plástico. Si hay mucha humedad en el aire, y las vasijas casi no se están secando, hay que cubrirlas con un periódico, lo cual absorberá toda condensación, y luego con un plástico.

 

Un barro mojado o húmedo tiene una gran cantidad de agua, un mínimo de 25%. Cuando el barro empieza a secarse, el agua en él comienza a evaporarse. En este proceso, las partículas del barro se acercan la una a la otra, y la pieza se encoje. Si el proceso del secado es lento y bien parejo, la vasija llegará a ser dura como cuero – no totalmente seca, pero sin peligro de seguir encogiéndose. De lo contrario, con un secado forzado y desigual, como por ejemplo con un calentador o un secador, este encogimiento puede resultar en una vasija agrietada, deformada, quebrantada o hasta explotada. De igual manera, si la pieza no se deja secar por completo antes de meterla al horno para cocerla, también se rajará, se torcerá, o se quebrará totalmente.

 

Este paso del secado de las vasijas de barro me ha hecho pensar en los desiertos de nuestras vidas. Esos momentos o esas épocas cuando todo alrededor y dentro de nosotros está seco, árido, fácil de agrietar y romper por completo. Cuando nos sentimos abandonados y solos, quizás engañados y traicionados – cuando sentimos demasiado “calor” en el día y demasiado “frio” en la noche – cuando llegan los peligros, los temores, las angustias, las depresiones.

 

Quizás hemos llegado a un desierto por nuestro propio pecado no confesado, y las consecuencias nos están comiendo vivos. Dice el Salmo 32:1-4 = “Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad, y en cuyo espíritu no hay engaño. Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día. Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; se volvió mi verdor en sequedades de verano.”

 

Quizás estamos en un desierto porque Dios mismo nos está probando o porque ha permitido que Satanás nos tiente allá – así como lo hizo con Job, el siervo perfecto y recto de Dios (Job 1); y como hizo con Su propio Hijo, Jesús (Lucas 4).

 

Quizás estamos en un desierto porque Dios mismo nos ha llevado allá para hablarnos – no para tirarnos y desecharnos en ese lugar tan inhóspito, sino para alentarnos, confortarnos y para desafiar nuestro corazón en Su presencia. “Pero he aquí que Yo la atraeré y la llevaré al desierto, y hablaré a su corazón.” (Oseas 2:14)

 

Si estamos en un desierto por pecado no confesado – eso es lo primero que tenemos que hacer para empezar a salir: confesarlo. “Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; y tú perdonaste la maldad de mi pecado… Muchos dolores habrá para el impío; mas al que espera en Jehová, le rodea la misericordia.” (Salmo 32:5,10)

 

Si estamos en un desierto porque Dios nos está probando y permitiendo que Satanás nos tiente allá – entonces esforcémonos por ser obedientes y fieles, sin desmayar ni claudicar, sin rebelarnos ni maldecir a Dios. Así como lo hizo Job: “Entonces Job se levantó, rasgó su manto, se rasuró la cabeza, y postrándose en tierra, adoró, y dijo: “Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volveré allá. El Señor dio y el Señor quitó; bendito sea el nombre del Señor.” En todo esto Job no pecó ni culpó a Dios.” (Job 1:20-22) Y así como lo hizo Jesús: con cada tentación que Satanás le apareció, El respondió, “Escrito está…” – y cada vez venció a la tentación por el poder de la Palabra de Su Padre. “Y cuando el diablo hubo acabado toda tentación, se apartó de El por un tiempo.” (Lucas 4:13) ¿Y cuál es la promesa para los que resisten y vencen? “Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman.”

 

Y por último, si estamos en un desierto porque Dios mismo nos ha atraído y llevado allá para hablarnos al corazón – entonces vayamos confiados y tranquilos que El está con nosotros, que El nos protegerá, que El nos guardará, que El allá cumplirá Su propósito en y con nosotros.

 

Sea el motivo de la llegada al desierto que sea, lo más importante es lo siguiente: así como una vasija de barro necesita un secado lento y parejo para que no se dañe, de la misma manera nosotros necesitamos un tiempo preciso estipulado por Dios en nuestros propios desiertos de la vida. Los tiempos no se deben forzar – no se deben agilizar – y no se deben acortar ni abortar. Porque, si se forcen y se agilicen neciamente, los procesos se agrietarán y se quebrantarán – y lo que Dios tenía planeado para bien para esa época en el desierto no se logrará. Y si los tiempos se interrumpan y se aborten, obviamente Dios nunca podrá cumplir Su buena voluntad y Sus agradables propósitos en nosotros.

 

“Pues la visión se realizará en el tiempo señalado;

marcha hacia su cumplimiento, y no dejará de cumplirse.

Aunque parezca tardar, espérala;

porque sin falta vendrá.”

(Habacuc 2:3)

 

“Mi porción es Jehová, dijo mi alma; por tanto, en él esperaré.

Bueno es Jehová a los que en él esperan, al alma que le busca.

Bueno es esperar en silencio la salvación de Jehová.”

(Lamentaciones 3:24-26)

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