Con Dios como Alfarero, los cristianos pueden estar seguros que El los va a entallar. Nota que en El Barro desde afuera la mujer parece no necesitar ser trabajada. Sin embargo, el Maestro tiene la habilidad de mirar muy adentro y ver las fisuras que se están formando y que, si no se cuidan y arreglan, con el tiempo nos destruirán a cada uno de nosotros. Esta pintura extraordinaria demuestra al hombre como barro y a las manos amorosas de Dios en plena obra. Ofrece el estímulo perfecto que, mientras algunas veces el proceso de crecimiento viene a través del dolor, otras veces Dios suavemente moldea al alma rendida.