Viernes, Octubre 25 del 2019

 

Anoche, al estar mirando Instagram,

me enfrenté una vez más con los caminos misteriosos de la vida. 

La primera imagen era una pantalla completamente negra,

y aún sin leer los comentarios,

sabía que un pequeño niño por el cual había estado orando acaba de morir de cancer

en los brazos de sus afligidos padres. 

La segunda imagen era de un recién nacido,

con los ojos abiertos y una hermosa sonrisa,

acurrucado en los brazos de sus gozosos padres. 

En una familia, el luto de la muerte -

a poca distancia, en otra familia, el regocijo de la vida.

 

Hoy, yo celebro la vida.

Mi vida.

Las primeras seis décadas de la vida que Dios me ha regalado aquí en la tierra.

Tambíen, en los 60 años que ya han pasado,

he llorado muchas muertes de todo índole.

Pero hoy me gozo en, celebro y doy gracias por mi vida.

Y me pregunto:

¿Qué he logrado hasta ahora?

¿Qué he hecho?

¿Qué palabras he dicho?

¿Qué he aprendido?

¿Quién soy y en quién me he transformado?

¿Hay alguien mejor, más maduro, más sabio, más fuerte, más cerca de Jesús

por haberme conocido durante estos años?

Espero que sí.

¿He agradado a mi Salvador y mi Señor con la vida que he vivido hasta ahora?

¿Será que desde ya puedo empezar a escuchar los tenues ecos de Sus palabras

"Bien hecho, buena sierva y fiel"

susurradas a mi corazón?

Espero que sí.

¿Y qué de los años que me quedan aquí en la tierra, si pocos o muchos?

Lo único que pido es que pueda tener el honor y el privilegio

de seguir conociendo y amando y sirviendo a mi Rey y mi Maestro

cada momento de cada día.

Que pueda dejar la fragante huella de Jesús-en-mí en cada persona con la cual me encuentro.

Que mi vivir y un día mi morir puedan ser de valor y de testimonio trascendientes

en este tiempo y en esta generación. 

Que así sea.

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