LA CUARESMA 2024: Dia 25 - VIDA DE CRISTO

LA CUARESMA 2024: Dia 25 - VIDA DE CRISTO

LA CUARESMA 2024: DIA 25 – Miércoles Marzo 13

 

“Cuando nuestro Señor fue preso, Pedro le siguió a cierta distancia; Juan le acompañaba también. Ambos llegaron hasta la casa de Anás y Caifás, donde Jesús sufrió el proceso religioso. La casa del sumo sacerdote estaba construida, al igual que muchas otras casas orientales, alrededor de un patio cuadrangular al que se entraba por un pasillo desde la parte delantera del edificio. Este pasaje abovedado era un pórtico cerrado a la calle por medio de una pesada puerta. En aquella ocasión se hallaba guardando la puerta una criada del sumo sacerdote. El patio interior a que daba acceso este pasaje se hallaba descubierto, y el suelo estaba pavimentado con lajas. Aquella noche hacía frío, pues era en los primeros días de abril. Pedro había sido infiel al Señor en el huerto, al quedarse dormido en vez de velar; ahora se le presentaba la ocasión de reparar su falta. Pero el peligro acechaba a Pedro, sobre todo porque éste tenía una confianza exagerada en su propia lealtad. Aunque un antiguo profeta había dicho que las ovejas serían dispersadas, el creía que… quedaba dispensado de semejante contratiempo. Un segundo peligro lo constituía su misma falta anterior de cuando se le rogó que “velara y orase”. No había velado, sino que se había dormido; no oró, puesto que substituyó la espiritualidad por el activismo al hacer uso de la espada. Un tercer peligro podía ser el que la distancia física que le separaba de Jesucristo fuese el símbolo de la distancia espiritual que le mantenía alejado del Maestro. Cualquier distancia del sol de justicia no es más que tinieblas.

 

Cuando Pedro entró en el patio, lo primero que hizo fue calentarse a la lumbre. Puesto a la luz de las llamas, era más fácil que le reconociera la criada que le había dejado entrar. Si el desafío a la lealtad de Pedro le hubiera venido de una espada o de un hombre, probablemente se habría mostrado más fuerte; pero, con la desventaja de su amor propio y de su orgullo, se vio más fácilmente vencido por una joven, que resultó ser así demasiado fuerte para el presuntuoso Pedro… Cogido de sorpresa por la criada, Pedro negó a Jesús por vez primera. La criada le dijo así: “También tú estabas con Jesús el galileo.” (Mateo 26:69) Pero, delante de todos, Pedro respondió: “No sé lo que dices.” (Mateo 26:70)

 

Pedro empezó a sentirse molesto ante lo que le pareció la luz escudriñadora de una llama que parecía querer sondear su alma al mismo tiempo que examinaba su rostro; por ello se dirigió unos pasos más allá, hacia el pórtico. Deseoso de evitar preguntas comprometedoras y miradas indiscretas, se sintió más seguro en la oscuridad del pórtico. La misma criada, o posiblemente otra, vino a él diciendo que él había estado con Jesús de Nazaret, cosa que Pedro volvió a negar, pero esta vez con juramento, diciendo: “No conozco a ese hombre.” (Mateo 26:72) El que unas pocas horas antes había sacado la espada en defensa del Maestro, ahora negaba al mismo a quien había tratado de defender. El que había llamado a su Maestro “Hijo del Dios viviente”, ahora le llamaba simplemente “ese hombre”.

 

Trascurrió el tiempo, y su Salvador fue acusado de blasfemia y entregado a la brutalidad de sus verdugos; pero Pedro se hallaba todavía rodeado de enemigos. Aunque era probablemente más de medianoche, las calles estaban abarrotadas de gente que había salido de sus casas a la noticia del proceso de Jesús. Entre esta gente se hallaba un pariente de Malco que recordó perfectamente que Pedro era quien había cortado la oreja de su pariente en el huerto de los Olivos, y que Jesús le había sanado la herida poniendo nuevamente la oreja en su lugar. Con objeto de disimular su nerviosidad y aparentar cada vez más que no conocía a Jesús, Pedro debió de hablar seguramente en demasía; y esto fue lo que le perdió. Su acento provinciano reveló que se trataba de un galileo; se sabía que la mayor parte de los adeptos de Jesús provenían de aquella región, cuyo dialecto no era el lenguaje refinado de Judea y Jerusalén. Aquí se pronunciaban sonidos guturales que los galileos no sabían pronunciar, e inmediatamente uno de los presentes dijo así: “Verdaderamente tú también eres uno de ellos, porque aun tu habla lo hace manifiesto.” (Mateo 26:73) Entonces Pedro comenzó a maldecir y a jurar, diciendo: “¡No conozco a ese hombre!” (Mateo 26:74)

 

Ahora, en la helada aurora de la conciencia de su culpa, percibió un son inesperado: “Cantó un gallo.” (Mateo 26:74)… Entonces cruzó como una centella por su mente el recuerdo de las palabras que Jesús le había dicho: “Antes que cante el gallo me negarás tres veces.” (Mateo 26:75) En aquel momento pasó por allí nuestro Señor con el rostro cubierto de esputos. Acababa de ser azotado. “Y, volviéndose el Señor, fijó la mirada en Pedro.” (Lucas 22:61)  Aunque estaba atado ignominiosamente, los ojos del Maestro buscaron a Pedro con una compasión indescriptible. Nada dijo; solamente le miró… Pedro podía negar al “hombre”, pero Dios seguía amando al hombre Pedro…

 

“Y, saliendo afuera, lloró amargamente.” (Lucas 22:62) Pedro se sentía ahora lleno de arrepentimiento… El dolor de Pedro estaba producido por el pensamiento del pecado en sí o de haber ofendido a la persona de Dios… La misma misericordia que se extendió a uno que le negaba, se extendería a los que le clavaron en la cruz y al ladrón arrepentido que le pediría perdón. En realidad, Pedro no negó que Cristo fuese el Hijo de Dios. Negó conocer a aquel “hombre”, o que fuera uno de sus discípulos. Pero fue infiel al Maestro.”

 

 

(Capitulo 44, pgs. 404 – 407)

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