Vivencias y Pensamientos Desde el Canada ...

Vivencias y Pensamientos Desde el Canada ...

Lunes, septiembre 17 del 2012

Hace una semana, fue un día hermoso en la finca de mis padres en el Canadá: había un sol brillante calentando el frio de las mañanas septembrinas, el cielo era un azul claro con unas pocas nubes blancas en el horizonte, la gran bahía llamada Hope Bay estaba calmada, y las hojas de algunos árboles de maple ya estaban cambiando de color verde a naranja y rojo. ¡Cuán hermosa es mi tierra canadiense cuando empieza el otoño! Aun mis manos y mi nariz congeladas al caminar a primer hora esa mañana no restaron del espectáculo de ese día …

Ha sido difícil escribir reflexiones en este tiempo aquí en el Canadá – mejor dicho, imposible.  No pienso muy bien en español cuando vivo mis días y mi vida en inglés. Aquí, he estado ocupada en cosas que simplemente no hacen parte de mi vida diaria en Colombia. Y sin internet no llego muy lejos tampoco. Pero hoy voy a intentar compartir algunas de mis vivencias y mis pensamientos de estas semanas …

He vuelto a hacer cosas que ya casi no hago, o que no he hecho en muchos, muchos años:
 
-    acabo de pelar unas papas recién cosechadas de la huerta de mis papás, para hornear para el almuerzo
-    he comido cerezas y duraznos, arándanos y frambuesas y choclo tierno, el fruto de la tierra canadiense en septiembre - ¡qué delicia! 
-    he vuelto a saborear “Kasnudel”, un plato austríaco que hace mi mamá, y que me traslada años atrás a mis viajes cuando visitaba a mis familiares en Austria
-    aprendí algo que quería aprender hace ya mucho tiempo: hacer un verdadero “pie de manzana” canadiense – ¡gracias por enseñarme, Jennifer!
-    caminé  y caminé la finca y sus alrededores, queriendo grabar cada vista, cada sonido y cado olor en mi memoria – siempre fueron 18 años de gratos recuerdos en familia en ese lugar
-    mis padres y yo caminamos unos hermosos tramos del “Bruce Trail”, un sendero para excursionistas que extiende más de 800 kilómetros desde Las Cataratas de Niágara hasta el pueblo de Tobermory, por toda la Escarpa de Niágara atravesando bosques, subiendo y bajando precipicios, paseando por lagos – ¡que hermosura de tierra es!
-    he visto y fotografiado un puercoespín, dos ciervos, tres garzas cenizas, varias ardillas listadas, muchos gansos y patos canadienses, y … ¡ocho bultos de popó de oso negro a solo unos diez metros de la casa de mis padres (gracias a Dios no vi sino el popó)!
-    vi unas noches estrelladas tan espectaculares, que parecía estar viendo todo el universo a través de un telescopio - ¡que no hubiese hecho por tener una cámara más poderosa para captar la grandeza y la magnitud de los cielos que nuestro Dios ha creado!
-    pude volver a ver y admirar mi vestido de novia, un precioso vestido hecho para mí por mi mamá hace 22 años, elaborado con excelencia y con muchísimo amor – todavía está blanco como la nieve e intacto como el día en que me casé
-    pasé una tarde muy nostálgica mirando unos álbumes de fotos y unos anuarios de mis años estudiando el bachillerato, álbumes y anuarios que había dejado en la casa de mis padres: ¿qué habrá pasado con tantos amigos y conocidos de esos días? ¿salieron adelante, estudiaron, consiguieron trabajo, se casaron, tuvieron hijos y nietos? ¿están bien? ¿o han sufrido mucho en estos años que no nos hemos visto?
-    como lo hago cada vez que vuelvo a mi tierra, he disfrutado vitrinear y comprar “cositas” en los famosos almacenes “Dollarama”
-    me gocé con una noche de “Bingo” en el apartamento de mis padres, yo y once ancianitas de 80 y 90 años de edad, todas hablando “ger-glish” (alemán e inglés), y ¡jugando para ganar!
-    he podido tener unos valiosos tiempos con mis padres, y con unos pocos amigos que amo y valoro mucho

Todos los días he dado gracias a un “… Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos.” (1 Timoteo 6:17)

Pero no todo ha sido paseo por aquí – para nada. 

-    he tenido que despedirme, por última vez, de la finca de mis padres, un lugar precioso y lleno de gratos recuerdos en familia – un eslabón más con mi país de origen que he tenido que soltar y entregar a Dios en oración y rendición, aunque también en gratitud por muchos hermosos tiempos vividos
-    he hablado y compartido con personas con historias de vida tan difíciles y llenas de dolor: ancianitas que han perdido esposos e hijos muy jóvenes y han quedado completamente solas;  otras mujeres mayores que les ha tocado convivir por años con hijos en una depresión profunda o en una crisis nerviosa; otras que están viviendo con la incertidumbre de una condena penal y un largo tiempo en la cárcel sobre sus hijos – definitivamente, hay dolor inexpresable en la vida de todo ser humano, no importa en qué lugar o en qué época vive: solo depende como lo maneja, con Quien escoge soportarlo y superarlo
-    he tenido la cruda realidad de la muerte muy de cerca en estos días: un gran amigo de mis papás murió inesperadamente de leucemia, y tuvimos que asistir a la visitación y al funeral; y otro buen amigo está en su lecho, agonizando en sus últimos días con cáncer – definitivamente, sin la maravillosa verdad de la vida eterna juntamente con Cristo, perder a sus seres amados es un calvario sin esperanza

He pensado en la promesa de Dios en 1 Corintios 10:13: “No os ha sobrevenido ninguna prueba que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser probados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la prueba la salida, para que podáis soportarla.”

Volver a mi tierra del Canadá siempre es enriquecedor, y llena unas nostalgias que manejo por vivir en otro país adoptado. Pero cada vez que viajo veo que, aunque las circunstancias externas sean distintas, lo interno – lo que mora en el ser interior de cada ser humano – es lo mismo: todos necesitamos ser amados y aceptados, y sentir que pertenecemos a alguien o a algo – todos necesitamos tener un propósito de vida más allá de lo que hacemos y tenemos – todos tenemos que enfrentar las aflicciones y las tribulaciones de la vida, y la realidad de la muerte – y todos tenemos que decidir dónde y cómo queremos pasar nuestra eternidad: en el cielo o en el infierno, con o sin Dios. “El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.” (1 Juan 5:12)
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