Disciplinados

Disciplinados

Martes, noviembre 13 del 2012

Ayer por la mañana, lunes festivo, amanecí temprano, pensando en y orando por una charla que sabía que mi esposo y yo tendríamos que tener con alguien. De esas conversaciones que uno quisiera obviar, sobre todo en un día de descanso – de esas confrontaciones que perturban, precisamente en un día que uno quisiera reposar y disfrutar. Pero lo que toca hacer, hay que hacer, y me estaba preparando …

Y justamente hoy mi devocional trató de la disciplina del Señor – ¡increíble!

En Hebreos 12, el escritor empieza hablando de la carrera que todo ser humano tiene por delante, animándonos a correrla con paciencia, despojándonos de todo peso y del pecado que nos asedia. Nos exhorta a mantener nuestros ojos puestos en Jesús, el autor y consumador de la fe – porque Él, por el gozo puesto delante de Él, se dispuso a padecer humillación y oposición de pecadores contra Sí mismo, hasta sufrir la muerte en una cruz. Nos pide considerar el ejemplo de Jesús, para que nuestro ánimo no se canse hasta desmayar. Y después dice:
 
“… Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor,
ni desmayes cuando eres reprendido por él;
porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo.
Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos;
porque ¿qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina?
Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes,
entonces sois bastardos, y no hijos.
Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban,
y los venerábamos.
¿Por qué no obedeceremos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos?
Y aquéllos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía,
pero éste para lo que nos es provechoso, para que participemos de su santidad.
Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza;
pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados.”
(Hebreos 12:5-11)

Pensé en estas palabras por un rato, y después me puse a orar: Oh Señor, para esta carrera que tengo por delante, yo sé y yo entiendo que Jesús es mi gran ejemplo, y el Único quien me puede dar esperanza y fuerzas y perseverancia hasta el final. Solo tengo que mantener mis ojos puestos en Él. Cuando mi ánimo se quiere cansar hasta desmayar, solo tengo que recordar que Él permaneció fiel hasta el fin, y con Su poder obrando en mí, yo también lograré terminar la carrera.

Y reflexioné en la disciplina del Señor: una disciplina que muchas veces menospreciamos y bajo la cual desfallecemos. Se nos olvida que Dios nos disciplina precisamente porque Él es nuestro Padre, porque somos Sus hijos y porque Él nos ama – así como lo debería hacer cualquier padre terrenal. No recordamos que Dios nos reprende para lo que nos es provechoso, para que participemos de Su santidad. Nos concentramos tanto en el aquí y el ahora, y en la tristeza momentánea que produce la disciplina, que descuidamos el futuro fruto de paz y rectitud y gozo que se obtiene al ser entrenado por ella.

Así como la persona con la cual tuvimos que dialogar ayer: nos sentamos con ella y hablamos – y al principio, menospreció y resistió nuestras palabras de confrontación, y casi desmayó – luego, asegurada de que era hija amada por Dios, tomó la decisión de soportar la disciplina, confesó sus errores, pidió perdón, y encontró gracia y paz y gozo en el corazón otra vez.

Amig@: ¿estás viviendo bajo la disciplina de Dios en estos días? ¿La estás menospreciando, te sientes a punto de desmayar, preferirías desecharla por completo? Recuerda que estás siendo disciplinado precisamente porque eres Su hij@, porque te ama, y porque te está corrigiendo para tu provecho. Recuerda que la tristeza momentánea de la disciplina se convertirá en gozo y paz cuando te hayas sometido a y hayas aprendido de ella.

Amig@: la carrera es larga y dura – y requiere correr con los ojos puestos en Jesús, sin el peso del pecado encima, y con paciencia. ¡Para un día poder lograr llegar a la meta final cantando victoria!
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