Dia 12 - El Hijo Que Se Fue

Dia 12 - El Hijo Que Se Fue

En todo el mundo se conoce, se aprecia y se ama la famosa pintura de “El Regreso del Hijo Pródigo”, pintada en óleo por Rembrandt en el sigo 17. Es considerada por muchos como la pintura más grandiosa, más monumental jamás pintada. La pintura representa el momento del regreso de un hijo perdido a casa, una historia contada en una de las parábolas más conocidas de Jesús. Léanla en Lucas 15:11-32. 

Tradicionalmente, la historia se ha llamado “La Parábola del Hijo Pródigo”, aunque Jesús mismo nunca le dio cabecera a la parábola. Pero quizás se debería llamar más bien “La Parábola del Padre Asombroso”. Porque la figura central de la historia no es el hijo menor que regresó a casa, ni aun el hijo mayor que nunca se fue; la figura principal es el padre y el amor tan profundo que tenia para sus dos hijos.

Hoy, el Día 12 de la Cuaresma, miraremos al hijo menor, él que conocemos como “el hijo pródigo”.  Al estar leyendo sobre este personaje, me di cuenta que mi percepción del significado de “pródigo” era completamente errada. Al preguntar a varias personas lo que ellos pensaban, descubrí que solo una persona entre todas sabía lo que la palabra quiere decir. “Pródigo” no significa “estar perdido y luego volver a casa”, como lo pensé yo. “Pródigo” describe alguien que malgasta el dinero de una manera excesiva y despilfarradora. Interesante lo que aprendí – pero triste también. Aun siendo una historia ficticia, es lamentable ser recordado en toda la historia de la humanidad solo por algo negativo, sobre todo cuando sí hubo reconciliación al final …

El hijo menor: sabemos que tenía un padre y un hermano mayor; de la madre no sabemos nada. Pero parece que ni con el padre ni con el hermano tenía una relación cercana.

Al padre le dijo un día que le diera la parte de los bienes que le correspondía, es decir su herencia. Cuando se le repartió la de él, la vendió para coger el dinero. En el momento que tenía el dinero en la mano, no muchos días después, se fue lejos a una provincia apartada. ¿Qué tipo de hijo era ese?

Para la cultura judía en ese entonces, una petición y un proceder de esa magnitud eran insólitos. Los padres siempre tenían el control completo sobre todas sus propiedades mientras vivían. Ellos decidían cuando y como iban a entregar su herencia. Fue una ofensa grande el hecho de que el hijo menor se la pidió, y aun peor que se la pidió mientras todavía estaba muy vivo. En esencia, al hijo menor no le importaba nada si el padre vivía o moría; lo único que le interesaba era la herencia.

Más aun, en la cultura judía de esos días, aun si un padre decidiera dividir sus propiedades entre sus herederos, ni él ni ellos podían venderlas mientras todavía vivía el padre. Pero al hijo menor tampoco le importaban los estándares de decencia; solo le interesaba el dinero.

Cuando el hijo menor salió de la casa, dejó al padre y al hermano mayor a defenderse solos con la casa y las tierras que les quedaron. La familia y las responsabilidades en ella, no le importaron nada al hijo menor; solo le interesaba su libertad para irse lejos y para vivir su propia vida.

Pero la historia va de mal en peor. Parece que el hijo menor tiró no solo una conducta correcta sino también todas sus creencias por la borda, porque la provincia apartada a la cual llegó ya no era parte de Israel, sino una tierra pagana, donde más adelante vemos que había haciendas de cerdos (un animal considerado inmundo por los judíos). Allí, en esa tierra lejana, el hijo menor vivió perdidamente, y desperdició sus bienes. Un día, vino una gran hambre en aquella provincia, y como había malgastado todo lo que tenia, comenzó a faltarle. La única opción que le quedó para sobrevivir era arrimarse a uno de los ciudadanos de aquella tierra y pedirle trabajo apacentando los cerdos de su hacienda. Allí, deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba. ¡Hasta donde llegó el hijo menor! Lejos de casa, en tierra pagana, sin dinero, sin donde vivir, sin que comer, sin familia ni amigos – solo, desamparado, hambriento, perdido, casi muerto. Pero en ese momento, la historia cambia de rumbo, porque en ese momento el hijo menor volvió en sí.

Fue en medio de los cerdos que el hijo volvió a pensar en la casa de su padre. Fue en medio del fango y del hedor de su ardua labor, que decidió arrepentirse, levantarse y volver a su padre, confesando su pecado contra él y contra el cielo, reconociendo su indignidad de ser llamado hijo y humillándose para aceptar ser un simple jornalero. Su corazón duro de piedra se había convertido en un corazón quebrantado y contrito de carne. Cuando no podía caer más abajo, se acordó de su casa y de su padre, y en completa humildad y quebrantamiento decidió pedir poder volver a casa.

Amado: ¿Dónde estás tú? ¿También estás alejado de tu Padre Celestial? ¿En algún momento perdiste el sentido de casa y familia, y decidiste irte lejos para vivir sin Él en tu vida? ¿Malgastaste todo lo que El te dio? ¿Derrochaste tu vida? ¿Has llegado al estado más bajo y estás viviendo con los cerdos, o aun como los cerdos?

Amado: ¡“Vuelve en sí”! ¡Recapacita! Todavía no es demasiado tarde – todavía hay esperanza. Reconoce estar perdido y muerto, arrepiéntete, confiesa tu pecado – y después, levántate y vuelve a la casa de tu Padre Celestial. 

Ya has leído el resto de la historia (sino, hazlo ya: Lucas 15:20-32). Ya sabes cómo será tu bienvenida en casa. No será lo que te mereces. No será lo que temes. Dios Padre te sorprenderá con Su derroche de misericordia, de emoción, y de amor rebosante por ti. No echará tu miserable pasado en la cara. No te acusará, ni te condenará por todos tus errores.  
¡No! Simplemente cuando aun estás lejos, te verá llegando, y movido a misericordia, correrá hacia ti, se echará sobre tu cuello, y te besará. ¿Te puedes imaginar una bienvenida más increíblemente exuberante y generosa?

Amado: aprovéchala ahora, que todavía estás a tiempo.

Su Pastora, Beverly
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