Lloro o Me Rio o Me Muero de la Pena

Lloro o Me Rio o Me Muero de la Pena

Lunes, noviembre 26 del 2012

Ayer, domingo, al comenzar el segundo culto en nuestra iglesia SHALOM, sucedió un fiasco musical que me dejó sin saber si debería llorar o reírme o querer morirme de la pena.

Era mi domingo para cantar con el grupo de alabanza, y estaba gozosa de poder alabar a Dios y ministrar a Su pueblo junto con los demás “levitas” del ministerio. Empezamos con la primera canción de alabanza: ¿Quién Como El Señor?. Todo iba muy bien, mientras cantábamos que “no hay nadie” como Él, “poderoso y fuerte” y “digno”. Con convicción y con alegría cantábamos “desde el amanecer hasta el atardecer, ¡exaltemos el nombre del Rey!” Cuando llegamos a la frase de la canción que dice “todos unidos démosle gloria”, el líder de repente me miró con alarma y me susurró que se le había acabado la pila del micrófono.

Con esa declaración, empezaron unos minutos de pánico y luego risa para mí y para todos los que estábamos ministrando ese día. ¿Qué hacer? Corrí por unas pilas que vi en el piso de la plataforma frente a mí – pero resultaron siendo unas pilas que no servían para el micrófono del líder. Le quise entregar mi micrófono para que cantara con él – pero resultó que no le servía por el sistema de amplificación que él estaba utilizando. Volví a correr por otro micrófono que me pidió que le trajera – pero resultó que él no sabía cómo prenderlo. ¡Qué desastre! Por unos instantes, me vi a mi misma en la plataforma, corriendo de allá para acá, ¡como una gallina sin cabeza! Cuando yo ya estaba que me reventaba de angustia total, sin saber que más hacer para solucionar el problema, vi de reojo al muchacho del sonido corriendo por el pasillo central de la iglesia – y en un abrir y cerrar de ojos aterrizó con un inmenso salto de puro Batman en la plataforma frente a mí. ¡Por poco no me infarté!

¡Todo esto no puede estar pasando!, pensé yo – ¡delante de toda la congregación, y durante la primera canción de alabanza! ¡Qué vergüenza! Pero, ¿qué hace uno? Uno tiene que seguir. Entonces, tratando de disimular mi pena, volví a coger mi micrófono, y miré a los demás cantantes para unirme de nuevo a ellos. Solo que no me había dado cuenta que ellos habían estado igual de asustados que yo, y que se habían quedado cantando la misma frase – “todos unidos démosle gloria” – en todo ese largo tiempo. ¡No lo podía creer! Estaba segura que ya estaban en la 20ava repetición de esa frase. Y precisamente el día anterior, en el ensayo, habíamos acordado que la íbamos a cantar solo 4 veces para no pasarnos. Ahora, en vez de sentir angustia, quería estallar en risa incontrolable.

Y casi lo hice, solo que al mismo tiempo me acordé que nuestros cultos dominicales son transmitidos en vivo por el Internet – y me di cuenta que no solo nuestra congregación presencial, sino gente por todo el mundo estaba viendo el fiasco de esa mañana. Ya no quería reírme a carcajadas – ya quería desaparecer de la plataforma en completa mortificación. De nuevo pensé: ¡Todo esto no puede estar pasando!

No sé cómo terminamos la canción. Pero entre angustia y vergüenza y risa, y tratando de volver a meterme en un espíritu de alabanza a Dios, lo logramos. Terminamos con un fuerte “¡Gloria a Dios!” – y sentí un alivio total. Hasta que una de las cantantes me miró con ojos bien abiertos y salió con: “¡Gloria a Dios que se acabó esta canción!” Y con esas palabras nos descosimos todos. ¿Ya para qué pena, para qué humillación? Simplemente nos reímos y nos reímos.

Y en esos momentos me imaginé que hasta Dios se estaba riendo con nosotros. Todos habíamos hecho lo mejor que podíamos bajo las circunstancias. Que resultó siendo un pequeño desastre que todo el mundo estaba viendo … bueno, gracias a Dios que Él no espera de nosotros una total perfección en lo que hacemos para Él.  El mundo quizás está pendiente de las apariencias – y en ese sentido habíamos fracasado por completo. Pero Dios, con tal de que lo que Le ofrezcamos sea de un corazón íntegro y sincero, está satisfecho y complacido, porque se fija no en lo externo, sino en lo interno. Y estoy segura que Él tiene un buen sentido de humor, y que a Él también le salían unas lágrimas de risa y de alegría al vernos y escucharnos ayer. Como cantábamos, “¿Quién como el Señor?” Gracias y gloria a Dios, “¡No hay nadie!”

 Amig@: ¿tú también has pasado por momentos o situaciones donde no has sabido si llorar, o reírte, o querer morirte de la pena? ¿Cuándo has querido hacer lo mejor, pero todo parece haber salido mal? Recuerda: “… Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón.” (1 Samuel 16:7) Lo importante no es lo que se ve, sino: “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís.” (Colosenses 3:23 y 24)
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