Un Intruso En Mi Pesebre

Un Intruso En Mi Pesebre

Miércoles, diciembre 19 del 2012

Me sucedió hace dos Navidades ya – pero en ese entonces me impresionó tanto que me animé hoy a escribir una reflexión sobre mi experiencia …

Ocurrió en una madrugada de diciembre en el 2010. Yo estaba disfrutando un tiempo de quietud en la presencia de Dios, haciendo mi devocional de Adviento, cantando y orando en la sala de mi casa. Al lado mío estaba el pesebre peruano que he tenido por años, bien puestecito en la biblioteca – cada figura humana y animal, y hasta la paja del establo en su lugar. Se veía hermoso, limpio, organizado, tranquilo … ¡así como me gusta tener mi pesebre!



Pero en un momento dado, de reojo, vi un movimiento. Levanté los ojos, miré bien, y me encogí horrorizada: una cucaracha grandísima estaba paseando con toda calma por mi pesebre – ¡mi precioso, pulcro, bien arreglado y bien oliente pesebre! ¿Qué? ¿Cómo era posible? ¿Cómo podría hacer eso? ¿Cómo se atrevía hacer eso? ¡Aun tuvo el atrevimiento de caminar por encima de mi “Jesús”! ¡Qué irreverencia! ¡Qué blasfemia! ¡Yo estaba escandalizada y asqueada!

Me sentí tentada a coger mis chanclas y aplastarla con furia – pero esa acción simplemente hubiese acabado con mi pesebre, y seguramente la cucaracha se hubiese escapado rápidamente. Entonces lo único que podía hacer era mirar con pavor y repugnancia.

Pero fue en esos momentos que sentí escuchar la voz apacible de Dios hablándome y diciéndome: “EMANUEL”. En medio de mi asco, frente a mis ojos, tenía una imagen de “DIOS CON NOSOTROS” en nuestro mundo lleno de “cucarachas”. Dios en la persona de Jesús  viviendo entre nosotros, no en un mundo hermoso, limpio, organizado, bien oliente y tranquilo (como lo quisiera yo) – sino en un mundo plagado de las “cucarachas” del pecado, de la violencia, de la pobreza, del dolor y de la muerte. ¿Y por qué lo hizo? ¿Por qué un Dios tan santo, tan majestuoso y tan soberano haría algo así? “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” (Juan 3:16) Lo hizo por amor: un amor tan inmenso por cada uno de nosotros, que no nos rechazó a pesar de las “cucarachas” en nuestras vidas, sino que nos amó   con amor eterno. Jesús, “siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombres, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.” (Filipenses 2:6-8) Murió para pagar los pecados de la humanidad entera – murió para que nosotros, los que creemos en su muerte expiatoria, pudiésemos tener vida eterna.

Yo sentí asco viendo la cucaracha andando por mi hermoso pesebre – pero Jesús no sintió repugnancia al llegar a nuestro mundo lleno de “cucarachas” para unirse a nosotros. Porque hace unos 2000 años nos amó, porque siempre nos ha amado, y porque nos seguirá amando por toda la eternidad.
   
Allí, sentada en mi sala, mirando mi pesebre, y viendo la cucaracha parada al lado de mi “Jesús”, todo lo que podía hacer era agachar la cabeza y el corazón en gratitud y adoración, y decir junto con el apóstol Pablo: “¡Gracias a Dios por su don inefable!” – “¡Gracias a Dios, porque nos ha hecho un regalo tan grande que no tenemos palabras para expresarlo!” (2 Corintios 9:15)
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