La Cuaresma Dia 12 - VIDA DE CRISTO, por Fulton Sheen
LA CUARESMA DIA 12 – Martes Marzo 14
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“Para hacer familiar a los griegos la idea de la redención, Jesús empleó un ejemplo tomado de la naturaleza: “En verdad, en verdad os digo que a menos que el grano de trigo caiga en tierra y muera, queda solo; mas si muere, lleva mucho fruto.†(Juan 12:24) HabÃa usado a menudo muchas parábolas acerca de las semillas y la siembra, y se habÃa designado a sà mismo como simiente: “La Palabra es una simienteâ€. En una parábola comparó su misión con una semilla que caÃa en diferentes clases de suelo, lo cual significaba el modo diferente como las diversas almas respondÃan a su gracia. Ahora revelaba que su vida alcanzarÃa su mayor influencia por medio de su muerte. La naturaleza, decÃa, está marcada con una cruz; la muerte es condición para una nueva vida. Los discÃpulos habrÃan querido conservarle a Él como una semilla guardada en el granero de sus vidas mezquinas. Pero si no morÃa para poder dar una vida nueva, serÃa una cabeza sin cuerpo, un pastor sin rebaño, un rey sin reino… No habÃa venido para ser un moralista, sino el Salvador. No venÃa para añadir algo a los preceptos de Sócrates, sino para dar una vida nueva; pero ¿cómo podÃa la semilla dar una nueva vida sin el Calvario?
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Inmediatamente vino la segunda lección: debÃan aplicar a sà mismo el ejemplo de su muerte. “El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo la guardará para vida eterna.†(Juan 12:25) Jamás se realiza algún bien verdadero sin que cueste algo al que lo realiza.
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Los griegos habÃan venido a nuestro Señor diciendo: “Quisiéramos ver a Jesúsâ€, probablemente debido a la majestad y belleza, que como adoradores del dios Apolo tanto apreciaban. Pero Él aludió al aspecto maltrecho que ofrecerÃa una vez estuviera en la cruz, y añadió que únicamente mediante la cruz podrÃa haber en la vida de ellos la belleza del alma en la nueva vida regenerada.
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“Ahora está turbada mi alma. ¿Y qué diré? Padre, ¡sálvame de esta hora! Mas por esto mismo vine a esta hora.†(Juan 12:27)… Estas son casi las mismas palabras que usó más adelante en el huerto de GetsemanÃ, palabras que resultan inexplicables salvo si se dice que Él estaba llevando el peso de los pecados del mundo.
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Desde luego, Él no pedÃa ser salvado de la cruz, puesto que habÃa reprendido a los apóstoles por tratar de disuadirle de ir a ella. Dos extremos opuestos se juntaban en Él, aunque distintos solamente por su intensidad: el deseo de librarse de los sufrimientos y la sumisión a la voluntad del Padre. Dijo a los griegos que el sacrificio de sà mismo no era cosa fácil, y se lo dijo entregando su propia vida. No debÃan ser fanáticos en cuanto a desear la muerte, ya que la naturaleza no desea crucificarse; pero, por otro lado, no habÃan de apartar sus ojos de la cruz, dominados por un cobarde temor. En su propio caso, ahora como siempre, los momentos más penosos se convertÃan en los más gozosos; no hay jamás cruz sin resurrección; la “hora†en la que el mal ejerce su dominio se convierte rápidamente en el “dÃa†en el que Dios es vencedor.
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En el preciso instante en que hablaba de llegar a esta hora a la que debÃa someterse para poder rescatar a la humanidad, vino una voz del cielo: “Ya le he glorificado, y otra vez le glorificaré.†(Juan 12:28) La voz del Padre habÃa venido a Él en otras dos ocasiones: en su bautismo, cuando se presentó como el Cordero de Dios para ser sacrificado por el pecado; en su transfiguración, cuando hablaba de su muerte a Moisés y ElÃas, bañado en radiante voz venÃa no junto a un rÃo ni en la cima de montaña, sino en el templo, a oÃdos también de los representantes de los gentiles.
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En cada una de las tres manifestaciones del Padre, nuestro Señor se hallaba orando a éste y sus padecimientos estaban fijos en su mente. En esta ocasión, lo que se proclamó fueron los efectos de su muerte redentora. “No por mi causa ha venido esta voz, sino por causa de vosotros. Ahora es el juicio de este mundo; ahora el prÃncipe de este mundo será echado fuera.†(Juan 12:30-31)… El Padre habló para convencer a los oyentes de Jesús del propósito de su misión… El juicio a que se sometÃa el mundo era su cruz. Todos los hombres, dijo, tienen que ser juzgados por ella… No era Él, sino el mundo, quien habÃa de ser juzgado. No era Él, sino Satán, quien habÃa de ser echado fuera. Lo único que importaba era la cruz; enseñanzas, milagros, cumplimiento de profetas, todo esto estaba subordinado a su misión sobre la tierra, habÃa de ser igual que un grano de trigo que habÃa de pasar por el invierno del Calvario y luego convertirse en el Pan de Vida.â€
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(Capitulo 34, pgs. 318-321)
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