Lunes de Resurreccion - VIDA DE CRISTO, por Fulton Sheen

Lunes de Resurreccion - VIDA DE CRISTO, por Fulton Sheen

LUNES DE RESURRECCION – Lunes, Abril 17 2017

 

“La primera escena fue la de una llorosa Magdalena que vino por la mañana temprano a la tumba, provista de especias aromaÌticas, no para saludar al Salvador resucitado, sino para ungir su cuerpo inerte.

 

En el amanecer del domingo se vio a varias mujeres que se acercaban al sepulcro. El mismo hecho de que las mujeres llevaran drogas aromaÌticas demuestra que no esperaban-la resurreccioÌn. Esto parece extraño despueÌs de las muchas referencias que nuestro Señor habiÌa hecho a su muerte y resurreccioÌn. Pero, por lo visto, los disciÌpulos y las mujeres, cuando JesuÌs les hablaba de su pasioÌn, pareciÌan recordar maÌs lo que habiÌa dicho de su muerte que lo de su resurreccioÌn. Nunca se les ocurrioÌ que esto fuera posible. Era algo extraño a su modo de pensar. Cuando la gran piedra fue rodada hasta la entrada del sepulcro, no soÌlo quedoÌ sepultado Cristo, sino tambieÌn todas las esperanzas de ellos.

 

La uÌnica idea que teniÌan las mujeres en aquellos momentos era la de ungir el cuerpo exaÌnime de Cristo, accioÌn que era fruto de su amor falto de esperanza y de fe. Dos de ellas, por lo menos, habiÌan presenciado el sepelio; de ahiÌ que lo que principalmente les interesara fuera la accioÌn praÌctica: “¿QuieÌn nos apartaraÌ la piedra de la puerta del sepulcro?†(Marcos 16:3) Era el grito de los corazones de poca fe. La resurreccioÌn era algo que nunca esperaron. Sus ideas no estaban alimentadas por ninguna clase de substancia de la cual pudiera desarrollarse tal esperanza.

 

Pero al aproximarse vieron que la piedra habiÌa sido retirada. Antes de que llegasen se habiÌa producido un gran terremoto, y un aÌngel del Señor, descendido del cielo, apartoÌ la piedra y se sentoÌ sobre ella: “Su aspecto era como un relaÌmpago, y su vestido blanco como la nieve; y por miedo de eÌl los guardas temblaron y quedaron como muertos.†(Mateo 28:4)

 

Al acercarse las mujeres vieron que aquella piedra, a pesar de ser tan grande, habiÌa sido ya retirada de su sitio. Pero no llegaron inmediatamente a la conclusioÌn de que su cuerpo habiÌa resucitado. La conclusioÌn a que podiÌan haber llegado era que alguien habiÌa retirado el cadaÌver. En vez del cuerpo de su Maestro, vieron a un aÌngel cuyo aspecto era como el de un deslumbrador relaÌmpago y sus vestidos de niÌvea blancura, el cual les dijo: “¡No os asusteÌis! BuscaÌis a JesuÌs nazareno, que fue crucificado; ha resucitado; no estaÌ aquiÌ, mirad el lugar donde le pusieron. Mas partid, decid a sus disciÌpulos y a Pedro: EÌl va delante de vosotros a Galilea; alliÌ le vereÌis, asiÌ como os lo dijo.†(Marcos 16:6-7)

 

Las palabras del aÌngel: “Mirad el lugar donde le pusieronâ€, confirmaba la realidad de su muerte y el cumplimiento de las antiguas profeciÌas. Las laÌpidas funerarias llevan la inscripcioÌn: Hic iacet, “AquiÌ reposaâ€; luego sigue el nombre del difunto y tal vez alguna frase de elogio sobre el mismo. Pero aquiÌ, formando contraste con esto, el aÌngel no escribioÌ, mas expresoÌ un epitafio diferente: «EÌl no estaÌ aquiÌ». El aÌngel hizo que las mujeres contemplaran el lugar en que el cuerpo del Señor habiÌa sido colocado como si la tumba vaciÌa fuera prueba suficiente del hecho de la resurreccioÌn. Las indujo a que se apresuraran a anunciar la resurreccioÌn. El nacimiento del Hijo de Dios fue anunciado a una mujer virgen. A una mujer caiÌda le fue anunciada su resurreccioÌn.

 

Las mujeres que vieron la tumba vaciÌa recibieron el encargo de ir a Pedro, que habiÌa tentado en cierta ocasioÌn al Señor para que renunciara a su cruz y que por tres veces habiÌa negado conocerle. El pecado y la negacioÌn no pudieron reprimir el amor divino… La buena nueva de la redencioÌn era dada asiÌ a una mujer que habiÌa caiÌdo y a un apoÌstol que habiÌa negado, pero ambos se habiÌan arrepentido.

 

MariÌa Magdalena, que en la semioscuridad del crepuÌsculo se habiÌa adelantado a sus compañeras, observoÌ que la piedra habiÌa sido ya apartada y que la entrada del sepulcro estaba abierta. Una raÌpida mirada la convencioÌ de que la tumba estaba vaciÌa. En seguida pensoÌ en ir a avisar a los apoÌstoles Pedro y Juan. SeguÌn la ley mosaica, no podiÌa llamarse a una mujer a declarar como testimonio. Pero MariÌa no les llevaba noticias de la resurreccioÌn, puesto que no la estaba esperando. SuponiÌa que el Maestro se hallaba todaviÌa bajo el poder de la muerte cuando dijo a Pedro y a Juan: “Han quitado del sepulcro al Señor, y no sabemos doÌnde le han puesto.†(Juan 20:2)

 

Llenos de emocion, Pedro y Juan corrieron al sepulcro dejando a MariÌa mucho maÌs atraÌs. Juan era el que maÌs corriÌa, por lo cual llegoÌ antes que su compañero. Cuando llegoÌ Pedro, ambos entraron en el sepulcro, donde vieron los lienzos por el suelo, asiÌ como el sudario que habiÌan puesto sobre la cabeza de JesuÌs, pero este velo o sudario no estaba junto con los lienzos, sino doblado en cierto lugar aparte. Lo que habiÌa tenido efecto, habiÌa sucedido de una manera correcta y ordenada, no como si lo hubiera hecho un ladroÌn, ni siquiera un amigo. El cuerpo habiÌa desaparecido de la tumba; las vendas fueron encontradas enrolladas. Si los disciÌpulos hubieran robado el cuerpo, con la prisa no se habriÌan entretenido en quitarle las vendas y dejado alliÌ los lienzos. Cristo se habiÌa desembarazado de sus ataduras por su divino poder. Pedro y Juan “no conociÌan todaviÌa la Escritura, que deciÌa que habiÌa de resucitar de entre los muertos.†(Juan 20:9) TeniÌan los hechos y la prueba de la resurreccioÌn, pero no comprendiÌan todo su significado.â€

 

(Capitulo 54, pgs. 482 – 486)

 

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