Martes de Resurreccion - VIDA DE CRISTO, por Fulton Sheen

Martes de Resurreccion - VIDA DE CRISTO, por Fulton Sheen

MARTES DE RESURRECCION – Martes, Abril 18 2017

 

“El Señor dio comienzo ahora a la primera de sus once apariciones registradas en la Biblia entre su resurreccioÌn y su ascensioÌn: a veces a sus apoÌstoles, otras a quinientos hermanos juntos, y en otras ocasiones a las mujeres.

 

La primera aparicioÌn fue a MariÌa Magdalena, la cual volvioÌ al sepulcro despueÌs de que Pedro y Juan hubieron salido de eÌl. PareciÌa no caberle en la cabeza la idea de la resurreccioÌn, a pesar de que ella misma habiÌa resucitado de una tumba sellada por los siete demonios del pecado. Al encontrar la tumba vaciÌa, volvioÌ a romper a llorar. Con los ojos bajos, mientras el sol matutino empezaba a extender su claridad por encima de la hierba cubierta de rociÌo, advirtioÌ vagamente la presencia de alguien que le preguntaba: “Mujer, ¿por queÌ lloras?†(Juan 20:13) Estaba llorando por lo que habiÌa perdido, pero la pregunta que se le haciÌa le hizo interrumpir su llanto para responder: “Porque se han llevado a mi Señor, y no seÌ doÌnde le han puesto.†(Juan 20:14)

 

Al contestar, MariÌa se volvioÌ y vio a JesuÌs de pie ante ella, pero no le reconocioÌ. CreyoÌ que era el hortelano, el hortelano de JoseÌ de Arimatea. Suponiendo que este hombre sabriÌa doÌnde podiÌa encontrar al Señor, MariÌa Magdalena se arrodilloÌ y le preguntoÌ: “¡Señor, si tuÌ le has quitado de aquiÌ, dime doÌnde le has puesto, y yo me lo llevareÌ!†(Juan 20:15)

 

Le dijo entonces JesuÌs: “¡MariÌa!†(Juan 20:15) Aquella palabra la sorprendioÌ maÌs que si acabara de oiÌr un trueno repentino. HabiÌa oiÌdo decir una vez a JesuÌs que EÌl llamaba a sus ovejas por el nombre. Y ahora MariÌa se volvioÌ hacia aquel que personificaba todo el pecado, la tristeza y las laÌgrimas del mundo y mareaba cada alma con un amor personal, particular e individual, y, al ver en las manos y pies de aquel hombre las llagas rojas y amontadas, soÌlo pronuncioÌ esta palabra: “¡Rabboni!†(Juan 20:16) (que en hebreo significa «Maestro»)… DespueÌs de la noche del alma, se produciÌa ahora este deslumbramiento; despueÌs de horas de desesperacioÌn, esta esperanza; despueÌs de la buÌsqueda, el hallazgo; despueÌs de la peÌrdida, este descubrimiento. Magdalena estaba preparada solamente para verter laÌgrimas de respeto sobre la tumba; para lo que no se hallaba preparada era para ver caminar al Maestro en alas de la mañana.

 

MariÌa estuvo siempre a los pies de JesuÌs. AlliÌ estuvo al ungirle para su sepultura; alliÌ estuvo en su crucifixioÌn; ahora, llena de alegriÌa al ver de nuevo al Maestro, se arrojoÌ a sus pies para abrazaÌrselos. Pero EÌl le dijo, impidieÌndolo con un ademaÌn: “No me toques; porque no he subido todaviÌa al Padre.†(Juan 20:17) Aunque Magdalena se viera humillada por la prohibicioÌn que le dio nuestro Salvador, estaba destinada, sin embargo, a experimentar que era ensalzada al tener el honor de llevar la noticia de la resurreccioÌn. Los hombres habiÌan comprendido el significado de la tumba vaciÌa, pero no su relacioÌn con respecto a la redencioÌn y la victoria sobre el pecado y el mal. MariÌa Magdalena estaba destinada a romper el precioso vaso de alabastro de la resurreccioÌn de JesuÌs, para que su aroma llenara el mundo. JesuÌs le dijo: “Ve a mis hermanos, y diles que subo a mi Padre y vuestro Padre, y a mi Dios y vuestro Dios.†(Juan 20:17)

 

AceptoÌ la crucifixioÌn para multiplicar su condicioÌn de Hijo y hacer que muchos otros fueran tambieÌn hijos de Dios. Pero habriÌa una gran diferencia entre EÌl mismo como Hijo natural y los seres humanos que por medio de su EspiÌritu llegariÌan a ser hijos adoptivos. De ahiÌ que, como siempre, hiciera una neta distincioÌn entre “mi Padre†y “vuestro Padreâ€. Ni una sola vez en su vida dijo “nuestro Padreâ€, como si la relacioÌn entre EÌl y el Padre fuera la misma que entre el Padre y ellos; su relacioÌn con el Padre era uÌnica e intransferible; la filiacioÌn era de EÌl por naturaleza; los hombres solamente podiÌan llegar a ser hijos de Dios por la gracia y el espiÌritu de adopcioÌn.

 

Obediente, MariÌa Magdalena corrioÌ a avisar a los disciÌpulos, que estaban «lamentaÌndose y llorando». Les dijo que habiÌa visto al Señor y las palabras que EÌl le habiÌa dicho. ¿CoÌmo recibieron ellos la noticia? Una vez maÌs el escepticismo, la duda y la falta de fe. Los apoÌstoles habiÌan oiÌdo al Señor hablar en siÌmbolos, paraÌbolas, figuras y tambieÌn directamente acerca de la resurreccioÌn que seguiriÌa a su muerte, pero, “Al oiÌr que viviÌa y habiÌa sido visto por ella, no lo creyeron. (Marc0o 16:11) “Sus palabras les pareciÌan un desvariÌo; y no las creiÌan.†(Lucas 24:11)

 

Esto era un modo de predecir coÌmo recibiriÌa el mundo la noticia de la redencioÌn. MariÌa Magdalena y las otras mujeres no creiÌan al principio en la resurreccioÌn; tuvieron que convencerse de ello. Tampoco creyeron los apoÌstoles. Su respuesta fue: «¡Ya conoceÌis a las mujeres! Siempre estaÌn imaginando cosas». Mucho antes de que hiciera su aparicioÌn la psicologiÌa cientiÌfica, la gente siempre temiÌa que la mente les hiciera alguna jugarreta. La incredulidad moderna frente a lo extraordinario no es nada en comparacioÌn con el escepticismo que saludoÌ inmediatamente las primeras noticias de la resurreccioÌn. Lo que los modernos esceÌpticos dicen acerca del relato de la resurreccioÌn, los disciÌpulos fueron los primeros en decirlo, o sea que se trataba de un cuento de viejas. Como agnoÌsticos primitivos de la cristiandad, los apoÌstoles convinieron unaÌnimemente en rechazar como un engaño toda aquella historia. Algo muy extraordinario habiÌa de ocurrir y una prueba muy concreta habiÌa de daÌrseles para que todos aquellos esceÌpticos vencieran la repugnancia que sentiÌan para creer.â€

 

(Capitulo 54, pgs. 486 – 490)

 

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