Dia 19 - La Tirania de la Linea de Favor

Dia 19 - La Tirania de la Linea de Favor

Hoy es el Día 19 de la Cuaresma. Sigo leyendo el libro El Me Ama, y me sigo sintiendo confrontada y desafiada con el amor tan profundo y tan completo que Dios siente hacia mí. Hoy hablaremos de la tiranía de la línea de favor.

¿Qué es esa línea de favor? La línea de favor es una línea invisible que nos dice si estamos o no llenando suficientemente las expectativas de alguien para que merezcamos su aprobación. Nuestros padres tienen una línea. Nuestros familiares y nuestros amigos la tienen. La encontramos en el colegio, luego en el trabajo, aun en la iglesia. Sobre todo, la tenemos en nuestro ser interior.

Surgen unas preguntas entonces: ¿no es que Dios también tiene una línea de favor? Y si la tiene, ¿cuánto es suficiente para merecer Su aceptación? ¿Cuánta lectura bíblica es suficiente? ¿Cuánta oración es suficiente? ¿Cuánta evangelización y discipulado es suficiente? Y con estas preguntas empezamos a vivir bajo la tiranía de la línea de favor, siempre cuestionándonos si estamos por encima o por debajo de ella, siempre temiendo que no hemos hecho “lo suficiente” para merecer Su aprobación. 

La realidad es que no importa cuánto nos esforcemos para ganar el favor de Dios, siempre nos quedaremos cortos. Si lo hemos intentado, sabremos lo duro que es tratar de hacer todo lo que pensamos que Él requiere. La única manera de sentirnos bien acerca de esto es cuando pensamos que al menos estamos haciendo más que otros creyentes alrededor nuestro. Pero sabemos dentro de nosotros que nunca seremos lo suficientemente buenos. La tiranía de la línea de favor es implacable – nunca nos permite sentirnos seguros si Dios nos ama y nos acepta, o no.

Saulo era un perseguidor judío de los cristianos en la época de la iglesia primitiva – respiraba “amenazas y muerte contra los discípulos del Señor” (Hechos 9:1). En un viaje un día a una ciudad distante para traer presos los seguidores de Jesús a Jerusalén, se encontró cara a cara con el Dios vivo. Su encuentro fue mucho más dramático que muchos. Una luz brillante apareció de la nada, tumbándolo de su cabalgadura y cegándole los ojos. Yaciendo allí en el polvo, una voz estremeció su cuerpo: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?” “¿Quién eres tú, Señor?” Saulo logró preguntarle. La voz habló de nuevo, diciendo: “Yo soy Jesús, a quien tú persigues.” El, temblando y temeroso, dijo: “Señor, ¿qué quieres que yo haga?” Sus peores temores se habían hecho realidad. La gente que él había asesinado en el nombre de Dios era, de hecho, el pueblo de Dios. ¿Qué le esperaba ahora? ¿Qué clase de castigo le esperaba en su ciega impotencia?

Saulo, quien más tarde se convertiría en Pablo el apóstol, se había enfrentado cara a cara con el Dios contra el cual había luchado, y en ese momento todo lo que encontró fue amor. El Jesús que él había estado persiguiendo lo amaba. No había venido a castigarlo, sino a abrir sus ojos espirituales para ver a Dios, no como él se imaginaba que sería, sino como realmente era.

En ese momento Saulo descubrió el favor de Dios cuando no había hecho absolutamente nada para ganárselo. En vez de ser castigado, recibió una invitación para venir a la familia que estaba tratando de destruir tan fervientemente. En vez de la muerte que él estaba trayendo a otros, se le ofreció la vida que nunca supo que existía.

Saulo fue confrontado con un hecho del cual no se podía escapar: él no había hecho nada para Impulsarse por encima de la línea de favor, pero se encontró allí de todas maneras. Descubrió  que Jesús lo amó aún cuando él no tenía ni idea de quién era. Jesús había destruido la línea de favor para liberar a Saulo de su tiranía. Esto lo cambió más que todo lo que había aprendido sobre Dios previamente.

Porque es allí donde empieza una verdadera relación con Dios: cuando uno por fin entiende que Su favor es un regalo, y no algo que se tiene que ganar. Su favor no tiene nada que ver con lo que tú haces para El. Ni intentes establecer tu relación con Dios en base a tu propia bondad o sacrificio. Imagínate una barra tan alta que nunca podrías saltar por encima de ella. Acércate a Dios sobre la base de tus propios esfuerzos, y siempre te alejarás decepcionado y desilusionado.

Pero esas no son malas noticias. Lo que esto significa es que Dios ha cumplido en Sí mismo todo lo que Él podría requerir de nosotros. Abandonar nuestros propios intentos de establecer nuestros propios méritos es esencial para el poder del evangelio. Aprende eso y se abrirá una puerta delante de ti que te llevará al corazón de un Padre amoroso.

“Jehová está en medio de ti, poderoso, él salvará; se gozará sobre ti con alegría, callará de amor, se regocijará  sobre ti con cánticos.” (Sofonías 3:17) Dios no se deleite en ti por tus buenas obras o tus ofrendas – Él simplemente se deleite en ti porque eres de Él, porque le perteneces como hijo o hija del Padre de amor. Él te ama absolutamente, completamente. Descubrir en qué medida te ama revolucionará tu relación con Él y tu vida en este mundo.

Para tu viaje personal:
Pasa algún tiempo pensando en tu relación con Dios. ¿Vives esforzándote todos los días de impulsarte por encima de la línea de favor que tú piensas que Dios tiene puesta para ti? ¿Sientes que tus propios hechos y servicio y sacrificios te harán más aceptables delante de Él? ¿O estas plenamente convencida de que el favor de Dios siempre es un regalo inmerecido? ¿Qué Dios te ama, que te acepta, que se deleita en y se regocija sobre ti con cánticos – siempre e incondicionalmente?

Yo oro para que nuestro peregrinaje cuaresmal arraigue estas verdades en lo más profundo de nuestro ser interior. 

Su Pastora, Beverly


(Ideas y citas tomadas de El Me Ama de Wayne Jacobsen)

+ REFLEXIONES PARA LEER