Barro Cocido

Barro Cocido

Lunes, Marzo 18 del 2019

 

Como se dice aquí en Colombia, me vendió “gato por liebre”.

 

Al comprarlo, no lo sabía. Me parecía igual de bonito y sólido como los dos candelabros que también había comprado. Solo al otro día, me di cuenta que algo no estaba bien: los dos candelabros estaban allí bien puestos en la mesa del patio donde los había colocado el día anterior – pero el pequeño matero estaba despedazado al lado. ¿Por qué? ¿Qué pasó?

 

Salí a inspeccionar el daño: había llovido durante la noche, pero la lluvia no parecía haber afectado para nada a los dos candelabros – sin embargo, lo que el día anterior había sido un lindo materito, ahora era solo pedazos de barro quebrado tirados en un charquito de agua encima de la mesa. Todavía no entendía: ¿por qué los candelabros habían sobrevivido la tormenta de agua de la noche? ¿y por qué el materito no? Cogí un candelabro en la mano y lo miré: sí, todo estaba bien. Estaba entero y así como lo había dejado el día anterior. Después cogí un pedazo del materito quebrado en la mano, y de una vez entendí: la arcilla se me deshizo en la mano, porque el agua la había ablandado. Mientras los dos candelabros habían pasado por todo el proceso de la alfarería, hasta ser cocidos a muy altas temperaturas en un horno especial, el materito solo se había secado al aire, pero no se había cocido en el horno; al llover por la noche y al mojarse, la arcilla simplemente regresó a su estado inicial, barro húmedo, y se despedazó.

 

El hecho de que el materito había sido bien decorado con figuras y bien cubierto con laca, no importó nada en cuanto a su solidez y su durabilidad; su apariencia era más bien engañadora, haciéndose pasar por algo resistente y duradero, cuando en realidad era todo lo contrario. Sí: el alfarero me vendió “gato por liebre” – el matero se veía bonito, pero no sirvió para nada.

 

Y no sirvió para nada porque no pasó por uno de los procesos más importantes en la hechura de una vasija de barro: el proceso de cocer, a temperaturas extremadamente altas y por muchas horas, las piezas de arcilla en el horno – para que salgan fuertes, duros y perdurables.

 

 

Mientras el horno se calienta y luego se vuelve a enfriar, los cambios en la temperatura producen unos cambios muy dramáticos en el barro. Después de ser una sustancia muy blanda y totalmente frágil, el barro llega a ser duro como piedra, impermeable contra el agua, el viento y el tiempo. Empezando con una temperatura de unos 900ºC, las partículas de barro se empiezan a fusionar. Este proceso se llama “sinterizar”. Cuando una vasija ha sido sinterizada, ya no se considera “barro” sino ha llegado a ser “cerámica”.

 

Cualquier montón de barro, por más que ya haya sido preparado y limpiado, y por más que ya se haya formado en una vasija muy hermosa y útil, todavía tiene algo de carbón, materiales orgánicos, azufre y otras impurezas. Estos solamente salen a temperaturas muy muy altas.

 

Y exactamente así es con nosotros, vasijas de barro elaboradas por el Alfarero celestial.

 

Todo lo blando y frágil en nosotros – nuestra fe, nuestra paciencia, nuestra perseverancia, nuestro carácter, nuestra esperanza – necesitan el calor del horno de las tribulaciones para fortalecerse y para producir en nosotros un eterno peso de gloria (Romanos 5:3-4 y 2 Corintios 4:17). Necesitamos el horno de la aflicción para consolidar y endurecernos, y para hacernos impermeables contra las dificultades y los sufrimientos de esta vida. Necesitamos el proceso de “sinterizar”-nos para transformarnos de un “material” a otro, de una débil y pecaminosa humanidad “de gloria en gloria en la misma imagen [de Cristo]…” (2 Corintios 3:18)

 

Además, necesitamos el horno a altas temperaturas para limpiar y refinarnos de todas las impurezas que todavía tenemos en nuestro ser. “He aquí te he purificado, y no como a plata; te he escogido en horno de aflicción.” (Isaías 48:10) – “Porque Tú nos has probado, oh Dios; nos has refinado como se refina la plata.” (Salmo 66:10) – “El crisol es para la plata y el horno para el oro, pero el Señor prueba los corazones.” (Proverbios 17:3)

 

Gracias a Dios, “… El sabe el camino que tomo; cuando me haya probado, saldré como el oro.” (Job 23:10) A lo largo de nuestras vidas, estamos sometidos a altas temperaturas en muchos hornos de grandes sufrimientos y agonias, pero Dios sabe muy bien lo que necesitamos, sabe hasta cuando podemos resistir, y tiene toda intencion de hacernos oro puro y plata refinada.  “Y meteré la tercera parte en el fuego, los refinaré como se refina la plata, y los probaré como se prueba el oro. Invocarán Mi nombre, y Yo les responderé; diré: ‘Ellos son Mi pueblo,’ y ellos dirán: ‘El Señor es mi Dios.’” (Zacarías 13:9)

 

Y por ultimo, las grandes promesas de 1 Pedro 1:6-7:

 

“En lo cual [el poder de Dios] vosotros os alegráis,

aunque ahora por un poco de tiempo,

si es necesario,

tengáis que ser afligidos en diversas pruebas,

para que sometida a prueba vuestra fe,

mucho más preciosa que el oro,

el cual aunque perecedero se prueba con fuego,

sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo …”

(1 Pedro 1:6,7)

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