La Ropa Sucia de Mis Vecinos

La Ropa Sucia de Mis Vecinos

Lunes, Noviembre 18 del 2019

 

 

“Una pareja joven se traslada a un barrio nuevo.

 

Al otro día mientras están desayunando, la joven ve a su vecina colgando la ropa afuera en una cuerda para secar.  

 

“Esa ropa no esta muy limpia; ella no sabe como lavar correctamente. Quizás necesita un mejor jabón de lavar.”

 

El marido mira, sin hablar.

 

Cada vez que la vecina sale a colgar la ropa afuera, la joven hace los mismos comentarios.

 

Un mes más tarde, la mujer se sorprende al ver una ropa limpia y blanca secándose en la cuerda, y dice a su esposo: “Mira, por fin ha aprendido a lavar bien la ropa. ¿Quién le habrá enseñado?”

 

Su esposo le contesta: “Me levanté temprano esta mañana y limpié nuestras ventanas.”

 

Y así es con la vida… lo que vemos cuando miramos a los demás depende de la claridad de la ventana por la cual estamos mirando.”

 

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Leí esta historia hace unos años ya, y recuerdo que pensé: “¡Cuán acertado es esto!”

 

Cuántas veces he mirado a los demás, notando su “ropa sucia”.

 

Cuántas veces he comentado lo “incorrecto” de su forma de lavar.

 

Cuántas veces he estado llena de sugerencias para “un mejor jabón de lavar” para sus vidas.

 

Cuántas veces he insistido, una y otra vez, que parece que simplemente no son capaces de hacerlo bien.

 

Todo eso, solo para descubrir un día que la “mugre” no estaba en ellos, sino en mi. En las ventanas de mis propios ojos y mi propio corazón. Lo que pensé que era la “ropa sucia” de mis vecinos colgada afuera para secarse, ¡en verdad eran “las ventanas sucias de mi alma” que necesitaban una buena lavada!

 

Jesús, cuando caminó la tierra hace unos 2000+ años, dijo más o menos lo mismo:

 

“¿Y por qué te preocupas por la astilla en el ojo de tu amigo,

cuando tú tienes un tronco en el tuyo?

¿Cómo puedes pensar en decirle a tu amigo:

“Déjame ayudarte a sacar la astilla de tu ojo”,

cuando tú no puedes ver más allá del tronco que está en tu propio ojo? ¡Hipócrita!

Primero quita el tronco de tu ojo;

después verás lo suficientemente bien

para ocuparte de la astilla en el ojo de tu amigo.”

(Mateo 7:3-5)

 

¡Oh! Es tan fácil mirar superficialmente y ver solo lo que el ojo ve directamente. Lo que siempre parece resaltarse es esa preocupante y fastidiosa “astilla en el ojo del amigo”, ¿no es así?

 

El comentarista Kent Hughes dijo, “Nos parece tan fácil poner un microscopio en el pecado de la otra persona, pero miramos el nuestro con la punta equivocada de un telescopio. Fácilmente vemos una astilla de falsedad en el otro, porque tenemos un tronco de la misma falsedad en nuestras propias vidas. Rabia contra la astilla en la vida del otro se puede dar por una culpa reprimida por el mismo enorme pecado en nuestras propias vidas. Un giro interesante en esta declaración es que “astilla” y “tronco” vienen de la misma palabra original, lo que significa que son de la misma sustancia. En otras palabras, Jesús estaba diciendo que la razón por la cual algunas personas son tan expertas en encontrar los errores en la vida de los demás es porque son tan familiarizadas con las mismas fallas. Pueden ver ciertas cosas en la vida de otros porque son culpables del mismo pecado – probablemente en mayor capacidad.” (jesus.org)

 

¡Jesús llamó a esa gente “hipócrita”!

 

Y otra cosa: ¿no somos increíblemente adeptos y llenos de innumerables sugerencias para sacar la astilla del ojo del amigo, aun ofreciendo hacerlo nosotros mismos?

 

La cosa es, el problema no es la “astilla en el ojo del amigo” – ¡es el “tronco” que tenemos en el nuestro! El “tronco” que no nos deja ver más allá – el “tronco” que nubla y obstruye tanto nuestra propia visión que lo que nos parece ser inmenso en la vida del amigo, en realidad es una pequeña “astilla” en comparación con el verdadero inmenso “tronco” que tenemos en la vida nuestra.

 

¿La solución? “Primero quita el tronco de tu ojo.” Primero, limpia esa ventana sucia de tu casa. Primero lava esa ventana sucia de tu alma. “Después verás lo suficientemente bien para ocuparte de la astilla en el ojo de tu amigo.”

 

La cosa es, de nuevo como dijo Jesús:

 

“Tu ojo es una lámpara que da luz a tu cuerpo.

Cuando tu ojo es bueno,

todo tu cuerpo está lleno de luz;

pero cuando tu ojo es malo,

todo tu cuerpo está lleno de oscuridad.

Y si la luz que crees tener en realidad es oscuridad,

¡qué densa es esa oscuridad!”

(Mateo 6:22-23)

 

¡Wow! ¡Es asustador! Porque tengo que preguntarme a mi misma: ¿mi ojo es bueno, o es malo? ¿Eso significa entonces que todo mi cuerpo está lleno de luz, o de oscuridad? Y, ¿qué tal que yo piense que estoy llena de luz, pero en realidad estoy llena de oscuridad? Entonces, ¡cuán engañada estoy en mi densa oscuridad!

 

Quizás por eso Jesús empezó su “parábola de la astilla y el tronco” con estas palabras:

 

“No juzguen a los demás,

y no serán juzgados.

Pues serán tratados de la misma forma en que traten a los demás.

El criterio que usen para juzgar a otros

es el criterio con el que se les juzgará a ustedes.”

(Mateo 7:1-2)

 

Querid@s amig@s: seamos cuidadosos entonces, muy cuidadosos, como miramos y tratamos y juzgamos a los demás. Porque a nosotros nos van a mirar y tratar y juzgar con el mismo criterio. Primeramente, recibamos el perdón y la gracia de Dios por los “troncos” que tenemos en nuestros propios ojos, por el pecado que tenemos en nuestro propio corazón – para que luego podamos ofrecer el mismo perdón y la misma gracia cuando se trata de las “astillas” en los ojos y en los corazones de los que nos rodean.

 

Porque quizás la ropa de nuestra vecina colgada afuera para secarse nunca estaba tan sucia como pensábamos. Quizás teníamos que mirar más cuidadosamente nuestras propias ventanas. ¡Quizás no fue tanto la ropa de en seguida, sino más bien fueron las ventanas de nuestra alma que estaban necesitando una buena limpieza!

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