En estos últimos dos años de muchas crisis mundiales - la pandemia por el Covid-19, agitaciones políticas y sociales, sequías e inundaciones, cambios climáticos, extrema pobreza y hambrunas, un aumento en violencia y derramamiento de sangre - ciertamente muchos de nosotros nos hemos sentido en cautividad. Encarcelados en las cuatro paredes de nuestras casas y de nuestras mentes. Aprisionados en nuestras angustias por el presente y en temores para el futuro. Cautivos de nuestros pensamientos de asombro y nuestros sentimientos de tristeza y de desesperanza al estar viviendo una vida que jamás nos imaginábamos vivir.
¿Qué será de nuestro mundo hoy, mañana, este año, en 5 años? ¿Qué haré para asegurar el sustento de mi casa? ¿Cómo me reinvento en cada área de mi vida para poder sobrevivir en un futuro tan incierto?
Las primeras palabras del Salmo 85 hablan promesas de tranquilidad y bienestar a nuestras vidas: Dios mismo fue y es y será propicio, es decir, lleno de bondad y de bendiciones para con nosotros - El mismo volverá nuestra cautividad en libertad, de nuevo nos sacará a lugares espaciosos y nos restaurará.
¿Cuándo será? No lo sabemos. ¿Y cómo se dará? Tampoco lo sabemos. Pero que sí lo hará en algún momento y de alguna manera es seguro. Por lo tanto, podemos descansar en la verdad absoluta y la seguridad irrefutable de Sus palabras a nosotros.
