El sermon de hace varios domingos me recordó estas palabras de 1 Samuel 15:22:
"¿Qué es lo que más le agrada al Señor:
tus ofrendas quemadas y sacrificios,
o que obedezcas a Su voz?
¡Escucha!
La obediencia es mejor que el sacrificio,
y la sumisión es mejor que ofrecer la grasa de carneros."
Cuántas veces olvidamos (o más bien queremos olvidar) esta verdad - porque, por supuesto, obedecer la voz de Dios es más difícil que simplemente ofrecerle nuestros rituales piadosos de religiosidad.
Sumisión significa decirle "no" a mi misma y a mis propios deseos - y decir "sí" a lo que Dios me pide. Es mi obediencia, por encima de mis sacrificios, lo que Le agrada.
Y eso es el anhelo más verdadero y más profundo de mi corazón: ¡agradarle a El!