LA CUARESMA 2024: Dia 12 - VIDA DE CRISTO

LA CUARESMA 2024: Dia 12 - VIDA DE CRISTO

LA CUARESMA 2024: DIA 12 – Martes February 27

 

“Para hacer familiar a los griegos la idea de la redención, Jesús empleó un ejemplo tomado de la naturaleza: “En verdad, en verdad os digo que a menos que el grano de trigo caiga en tierra y muera, queda solo; mas si muere, lleva mucho fruto.” (Juan 12:24) Había usado a menudo muchas parábolas acerca de las semillas y la siembra, y se había designado a sí mismo como simiente: “La Palabra es una simiente”. En una parábola comparó su misión con una semilla que caía en diferentes clases de suelo, lo cual significaba el modo diferente como las diversas almas respondían a su gracia. Ahora revelaba que su vida alcanzaría su mayor influencia por medio de su muerte. La naturaleza, decía, está marcada con una cruz; la muerte es condición para una nueva vida. Los discípulos habrían querido conservarle a Él como una semilla guardada en el granero de sus vidas mezquinas. Pero si no moría para poder dar una vida nueva, sería una cabeza sin cuerpo, un pastor sin rebaño, un rey sin reino… No había venido para ser un moralista, sino el Salvador. No venía para añadir algo a los preceptos de Sócrates, sino para dar una vida nueva; pero ¿cómo podía la semilla dar una nueva vida sin el Calvario?

 

Inmediatamente vino la segunda lección: debían aplicar a sí mismo el ejemplo de su muerte. “El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo la guardará para vida eterna.” (Juan 12:25) Jamás se realiza algún bien verdadero sin que cueste algo al que lo realiza.

 

Los griegos habían venido a nuestro Señor diciendo: “Quisiéramos ver a Jesús”, probablemente debido a la majestad y belleza, que como adoradores del dios Apolo tanto apreciaban. Pero Él aludió al aspecto maltrecho que ofrecería una vez estuviera en la cruz, y añadió que únicamente mediante la cruz podría haber en la vida de ellos la belleza del alma en la nueva vida regenerada.

 

“Ahora está turbada mi alma. ¿Y qué diré? Padre, ¡sálvame de esta hora! Mas por esto mismo vine a esta hora.” (Juan 12:27)… Estas son casi las mismas palabras que usó más adelante en el huerto de Getsemaní, palabras que resultan inexplicables salvo si se dice que Él estaba llevando el peso de los pecados del mundo.

 

Desde luego, Él no pedía ser salvado de la cruz, puesto que había reprendido a los apóstoles por tratar de disuadirle de ir a ella. Dos extremos opuestos se juntaban en Él, aunque distintos solamente por su intensidad: el deseo de librarse de los sufrimientos y la sumisión a la voluntad del Padre. Dijo a los griegos que el sacrificio de sí mismo no era cosa fácil, y se lo dijo entregando su propia vida. No debían ser fanáticos en cuanto a desear la muerte, ya que la naturaleza no desea crucificarse; pero, por otro lado, no habían de apartar sus ojos de la cruz, dominados por un cobarde temor. En su propio caso, ahora como siempre, los momentos más penosos se convertían en los más gozosos; no hay jamás cruz sin resurrección; la “hora” en la que el mal ejerce su dominio se convierte rápidamente en el “día” en el que Dios es vencedor.

 

En el preciso instante en que hablaba de llegar a esta hora a la que debía someterse para poder rescatar a la humanidad, vino una voz del cielo: “Ya le he glorificado, y otra vez le glorificaré.” (Juan 12:28) La voz del Padre había venido a Él en otras dos ocasiones: en su bautismo, cuando se presentó como el Cordero de Dios para ser sacrificado por el pecado; en su transfiguración, cuando hablaba de su muerte a Moisés y Elías, bañado en radiante voz venía no junto a un río ni en la cima de montaña, sino en el templo, a oídos también de los representantes de los gentiles.

 

En cada una de las tres manifestaciones del Padre, nuestro Señor se hallaba orando a éste y sus padecimientos estaban fijos en su mente. En esta ocasión, lo que se proclamó fueron los efectos de su muerte redentora. “No por mi causa ha venido esta voz, sino por causa de vosotros. Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera.” (Juan 12:30-31)… El Padre habló para convencer a los oyentes de Jesús del propósito de su misión… El juicio a que se sometía el mundo era su cruz. Todos los hombres, dijo, tienen que ser juzgados por ella… No era Él, sino el mundo, quien había de ser juzgado. No era Él, sino Satán, quien había de ser echado fuera. Lo único que importaba era la cruz; enseñanzas, milagros, cumplimiento de profetas, todo esto estaba subordinado a su misión sobre la tierra, había de ser igual que un grano de trigo que había de pasar por el invierno del Calvario y luego convertirse en el Pan de Vida.”

 

 

(Capitulo 34, pgs. 318-321)

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