LA CUARESMA 2024: Dia 31 - VIDA DE CRISTO

LA CUARESMA 2024: Dia 31 - VIDA DE CRISTO

LA CUARESMA 2024: DIA 31 – Miércoles Marzo 20

 

“El lugar designado para la crucifixión era el Gólgota, o el lugar “de la Calavera”… Sí es cierto es que se trataba de un lugar en que se arrojaban los huesos de los que habían sido ejecutados. Una vez en la colina, los verdugos le arrancaron los vestidos, abriendo así nuevas heridas en su sagrado cuerpo.

 

La cruz estaba ya preparada, y sobre ella se había colocado el letrero que Pilato había mandado escribir en hebreo, latín y griego, y que rezaba: “JESUS DE NAZARET, REY DE LOS JUDIOS.” (Juan 19:19) Así, su muerte y su realeza eran proclamadas en nombre de las tres ciudades cosmopolitas: Jerusalén, Roma y Atenas… Al serle pedido que cambiara lo que había escrito, Pilato se negaría a hacerlo diciendo: “Lo que he escrito, escrito está.” Su realeza quedaba de este modo proclamada, aunque, por el momento, una cruz sería su trono… La Verdad hablaba por sí misma en medio de las burlas de los hombres.

 

Despojar a Jesús de sus vestiduras significaba que ya no era posible seguir localizándole por medio del vestido. En su desnudez se convertía en el Hombre universal… El rudo clavo traspasó aquella mano de la que fluían las gracias para el mundo, y en medio de un impresionante silencio resonó el sordo golpe del martillo. Martillazo tras martillazo, fue repetido por el eco de los muros de la ciudad, que se extendía al pie de la colina… También clavaron los pies, aquellos pies que buscaban la oveja perdida entre los espinos. Se estaba cumpliendo la profecía en todos sus detalles. Con mil años de anticipación, David vio el papel que el martillo y los clavos representarían con respecto al Mesías, cuando los carpinteros hicieran morir a aquel que había construido el universo. “Me han rodeado muchos enemigos… Como agua he sido derramado, y todos mis huesos están descoyuntados; mi corazón se ha hecho como cera; se derrite en medio de mis entrañas. Se ha secado como un tiesto mi vigor; y mi lengua se ha pegado a mi paladar; y me has puesto en el polvo de la muerte… Una turba de malhechores me ha cercado; horadaron mis manos y mis pies, … entre tanto ellos me miran, me consideran.” (Salmo 22)  

 

Isaías había predicho que el Mesías sería juntado, al morir, con criminales y malhechores. Siendo una víctima vicaria en lugar de los pecadores, fue tenido en menos que la escoria. Dice Isaías: “Terriblemente tratado, Él mismo se humillaba; y no abría su boca; como cordero, era conducido al matadero; y como es muda la oveja delante de los que la esquilan, así él no abría su boca... Derramó su alma hasta la muerte, y con los transgresores fue contado; y él mismo llevó el pecado de muchos, y por los transgresores intercedió.” (Isaias 53)

 

Siendo la crucifixión el más horrible de los tormentos, solía ofrecerse al reo una bebida que amortiguara su sensibilidad… Los soldados “Le ofrecieron vino mezclado con mirra; mas él no lo tomó.” (Marcos 15:23) Al llevárselo a los labios, conoció nuestro Señor que se trataba de un calmante y no quiso tomarlo. Aunque su cuerpo, ya exhausto, pedía agua a gritos, Él no quiso beber aquello que podía empañar su papel de mediador. Cuando nació, su madre recibió el regalo de mirra, y lo aceptó como símbolo de la muerte redentora de su Hijo. A su muerte, rehusaría la mirra que habría de amortiguar la razón de su venida a este mundo.

 

Nuestro Señor, durante su vida pública, tuvo diversos púlpitos… Pero todo ello resultaba insignificante comparado con el púlpito al que ahora subía: el púlpito de la Cruz. Esa fue levantada lentamente del suelo y se tambaleó unos instantes en el aire, desgarrando la sagrada carne de Jesús; luego, súbitamente, con un golpe seco que pareció conmover al mismo infierno, se hincó en el hoyo preparado al efecto. Nuestro Señor había subido al púlpito por última vez.

 

Al igual que todos los oradores, divisaba desde lo alto a todo su auditorio. A lo lejos, en Jerusalén, podía distinguir la techumbre dorada del templo… Aquí y allá, en el templo, podía ver a los que esforzaban sus ojos para distinguir desde lejos a aquel que nunca conoció las tinieblas. Al margen de la muchedumbre estaban algunos seguidores, temerosos, dispuestos a huir en caso de peligro; también había los verdugos, que preparaban los dados para echar a suertes sobre las vestiduras de Jesús. Junto a la cruz se hallaba presente uno solo de los apóstoles, Juan… también estaba Magdalena… y la propia madre de Jesucristo. María, Magdalena y Juan: inocencia, penitencia y sacerdocio; los tres tipos de almas que por siempre podrán encontrarse al pie de la Cruz de Cristo.”

 

 

(Capitulo 48, pgs. 442 – 445)

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