MARTES DE RESURRECCION 2024 - VIDA DE CRISTO

MARTES DE RESURRECCION 2024 - VIDA DE CRISTO

MARTES DE RESURRECCION 2024 – Martes Abril 2

 

“El Señor dio comienzo ahora a la primera de sus once apariciones registradas en la Biblia entre su resurrección y su ascensión: a veces a sus apóstoles, otras a quinientos hermanos juntos, y en otras ocasiones a las mujeres.

 

La primera aparición fue a María Magdalena, la cual volvió al sepulcro después de que Pedro y Juan hubieron salido de él. Parecía no caberle en la cabeza la idea de la resurrección, a pesar de que ella misma había resucitado de una tumba sellada por los siete demonios del pecado. Al encontrar la tumba vacía, volvió a romper a llorar. Con los ojos bajos, mientras el sol matutino empezaba a extender su claridad por encima de la hierba cubierta de rocío, advirtió vagamente la presencia de alguien que le preguntaba: “Mujer, ¿por qué lloras?” (Juan 20:13) Estaba llorando por lo que había perdido, pero la pregunta que se le hacía le hizo interrumpir su llanto para responder: “Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto.” (Juan 20:14)

 

Al contestar, María se volvió y vio a Jesús de pie ante ella, pero no le reconoció. Creyó que era el hortelano, el hortelano de José de Arimatea. Suponiendo que este hombre sabría dónde podía encontrar al Señor, María Magdalena se arrodilló y le preguntó: “¡Señor, si tú le has quitado de aquí, dime dónde le has puesto, y yo me lo llevaré!” (Juan 20:15)

 

Le dijo entonces Jesús: “¡María!” (Juan 20:15) Aquella palabra la sorprendió más que si acabara de oír un trueno repentino. Había oído decir una vez a Jesús que El llamaba a sus ovejas por el nombre. Y ahora María se volvió hacia aquel que personificaba todo el pecado, la tristeza y las lágrimas del mundo y mareaba cada alma con un amor personal, particular e individual, y, al ver en las manos y pies de aquel hombre las llagas rojas y amontadas, sólo pronunció esta palabra: “¡Rabboni!” (Juan 20:16) (que en hebreo significa «Maestro»)… Después de la noche del alma, se producía ahora este deslumbramiento; después de horas de desesperación, esta esperanza; después de la búsqueda, el hallazgo; después de la pérdida, este descubrimiento. Magdalena estaba preparada solamente para verter lágrimas de respeto sobre la tumba; para lo que no se hallaba preparada era para ver caminar al Maestro en alas de la mañana.

 

Maráa estuvo siempre a los pies de Jesús. Allí estuvo al ungirle para su sepultura; allí estuvo en su crucifixión; ahora, llena de alegría al ver de nuevo al Maestro, se arrojó a sus pies para abrazárselos. Pero El le dijo, impidiéndolo con un ademán: “No me toques; porque no he subido todavía al Padre.” (Juan 20:17) Aunque Magdalena se viera humillada por la prohibición que le dio nuestro Salvador, estaba destinada, sin embargo, a experimentar que era ensalzada al tener el honor de llevar la noticia de la resurrección. Los hombres habían comprendido el significado de la tumba vacía, pero no su relación con respecto a la redención y la victoria sobre el pecado y el mal. María Magdalena estaba destinada a romper el precioso vaso de alabastro de la resurrección de Jesús, para que su aroma llenara el mundo. Jesús le dijo: “Ve a mis hermanos, y diles que subo a mi Padre y vuestro Padre, y a mi Dios y vuestro Dios.” (Juan 20:17)

 

Aceptó la crucifixión para multiplicar su condición de Hijo y hacer que muchos otros fueran también hijos de Dios. Pero habría una gran diferencia entre El mismo como Hijo natural y los seres humanos que por medio de su Espíritu llegarían a ser hijos adoptivos. De ahí que, como siempre, hiciera una neta distinción entre “mi Padre” y “vuestro Padre”. Ni una sola vez en su vida dijo “nuestro Padre”, como si la relación entre El y el Padre fuera la misma que entre el Padre y ellos; su relación con el Padre era única e intransferible; la filiación era de El por naturaleza; los hombres solamente podían llegar a ser hijos de Dios por la gracia y el espíritu de adopción.

 

Obediente, María Magdalena corrió a avisar a los discípulos, que estaban «lamentándose y llorando». Les dijo que había visto al Señor y las palabras que El le había dicho. ¿Cómo recibieron ellos la noticia? Una vez más el escepticismo, la duda y la falta de fe. Los apóstoles habían oído al Señor hablar en símbolos, parábolas, figuras y también directamente acerca de la resurrección que seguiría a su muerte, pero, “Al oír que vivía y había sido visto por ella, no lo creyeron. (Marcos 16:11) “Sus palabras les parecían un desvarío; y no las creían.” (Lucas 24:11)

 

Esto era un modo de predecir cómo recibiría el mundo la noticia de la redención. María Magdalena y las otras mujeres no creían al principio en la resurrección; tuvieron que convencerse de ello. Tampoco creyeron los apóstoles. Su respuesta fue: «¡Ya conocéis a las mujeres! Siempre están imaginando cosas». Mucho antes de que hiciera su aparición la psicología científica, la gente siempre temía que la mente les hiciera alguna jugarreta. La incredulidad moderna frente a lo extraordinario no es nada en comparación con el escepticismo que saludó inmediatamente las primeras noticias de la resurrección. Lo que los modernos escépticos dicen acerca del relato de la resurrección, los discípulos fueron los primeros en decirlo, o sea que se trataba de un cuento de viejas. Como agnósticos primitivos de la cristiandad, los apóstoles convinieron unánimemente en rechazar como un engaño toda aquella historia. Algo muy extraordinario había de ocurrir y una prueba muy concreta había de dárseles para que todos aquellos escépticos vencieran la repugnancia que sentían para creer.”

 

(Capitulo 54, pgs. 486 – 490)

 

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