Mientras amanecía esta mañana,
y mientras la luz de la luna que podía ver ahuecada en la silueta de los árboles fuera de mi ventana poco a poco atenuaba,
pensé en ATIQ YOMIN, el Anciano de Días:
el DIOS por siempre -
el más venerable, reverenciado, estimado Dios cuya luz nunca atenúa porque El mismo es la fuente de toda luz -
El que, de pura gracia y con toda generosidad, permite que Su luz brille sobre mi, iluminando mi vida y mi alma día tras día tras día.
“Estuve mirando hasta que fueron puestos tronos, y se sentó un Anciano de días,
cuyo vestido era blanco como la nieve,
y el pelo de su cabeza como lana limpia;
su trono llama de fuego, y las ruedas del mismo, fuego ardiente.
Un río de fuego procedía y salía de delante de él;
millares de millares le servían, y millones de millones asistían delante de él;
el Juez se sentó, y los libros fueron abiertos.
~Daniel 7:9-10
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