“¿Hasta cuándo, Señor, me seguirás olvidando?
¿Hasta cuándo esconderás de mí tu rostro?
¿Hasta cuándo he de estar angustiado y he de sufrir cada día en mi corazón?…
Señor y Dios mío, mírame y respóndeme; ilumina mis ojos.
Así no caeré en el sueño de la muerte…
Pero yo confío en tu gran amor; mi corazón se alegra en tu salvación.
Canto salmos al Señor.
¡El Señor ha sido bueno conmigo!”