CT2010 - Dos Anos Mas Tarde

CT2010 - Dos Anos Mas Tarde

Miércoles, 17 de octubre del 2012

Nunca en la vida olvidaré donde estuve hoy hace dos años. El 17 de octubre del 2010, tuve el inmenso privilegio de estar en Ciudad del Cabo en Sudáfrica, como participante favorecida en el III Congreso de Lausana para la Evangelización del Mundo, también llamado CT2010 (o Cape Town 2010). ¡Fue una experiencia única y extraordinaria, una experiencia que me cambió la vida! 

Nunca olvidaré salir del aeropuerto de Ciudad del Cabo, después de dos días y dos noches de viaje, ver una valla inmensa diciendo WELCOME TO AFRICA, y sentir un inmenso y profundo gozo en mi corazón – no podía sino reírme de alegría – jamás pensé que un día, de verdad, iba a estar en ese continente, ¡y allí estaba!

Ciudad del Cabo: seguramente una de las ciudades más hermosas en este mundo. Rodeada de océano, en el fondo el Table Mountain y la Cordillera de los 12 Apóstoles, una ciudad moderna y multicultural.
                                 

Y el Centro Internacional de Convenciones de Ciudad del Cabo, el CTICC, donde se llevó a cabo el Congreso: grande, hermoso, moderno y con tecnología de última generación. 

                 

Por una semana, nos reunimos 5300 líderes cristianos de más de 200 naciones del mundo en el CTICC – yo, como integrante de la delegación de 22 colombianos.

                                                 

Eramos hombres y mujeres, adultos mayores y jóvenes, misioneros y pastores y profesores bíblicos, profesionales en negocios, en política, y cívicos … reunidos para alabar y adorar a nuestro Dios todos juntos; y para estudiar, discutir, buscar soluciones y orar por los problemas más apremiantes y desafiantes frente al avance del evangelio en el mundo del siglo 21. Nunca olvidaré el #5710,  mi número de identificación como participante del Congreso – ¡entré casi de última, pero Dios sí sabía que ese cupo era para mí!

Esos siete días de CT2010, sentí que había llegado al cielo en la tierra. ¡¿Se imaginan la alabanza tan gloriosa, tan celestial que escuchamos y en la cual participamos con las voces de 5300 cristianos de unas 200 naciones del mundo elevándose en adoración al Dios Altísimo?!  ¡Y pude hablar, orar y comer con cristianos de 30 países distintos del mundo! Desayuné con Martica, una colombiana que recién había llegado de varios años como misionera en Marruecos – tomé el café de la mañana con Indu de Nepal – almorcé con Nelly del país de Armenia – tomé el café de la tarde con VJ de Uzbekistán, un país que tanto había querido conocer – oré con Mavis de Papúa Nueva Guinea, a quien encontré enferma y llorando en un baño – y cené y compartí con Rainer y Frieder, quienes trabajan con jóvenes en Alemania. Una de las más gratas sorpresas que viví allá fue levantar la vista una tarde mientras estaba descansando en un sillón y ver a Hiko, un gran amigo japonés de mis días en el Seminario Teológico de Ontario en Toronto, a quien no había visto en más de 20 años. ¡Pobre Hiko! El –  tan formalmente japonés, y yo – tan exuberantemente “colombiana”. ¡Seguro que el abrazo que le di de la felicidad de volver a verlo lo dejó aturdido! 

¿Y qué digo de la Librería del Congreso, del Mercado Africano, del Rincón Artístico del pintor Hyatt Moore, del Cuarto de Oración, y de tantos lugares agradables que había para sentarse y conocer a alguien nuevo y fascinante dentro del CTICC? Cada sitio tenía su riqueza, su encanto, su deleite y su descanso para el alma.

¡Y ni hablar del Salón Grande de Reuniones, donde cabíamos las 5300 personas, todas sentadas alrededor de unas 1000 mesas de a seis personas cada una! #B387 – el número de la mesa que yo lideré, acompañada por un peruano, un paraguayo, una puertorriqueña, una ecuatoriana y un brasilero. Puesto que fue un congreso de trabajo, todas las mañanas estábamos sentados alrededor de nuestras mesas, escuchando las conferencias, estudiando y orando juntos. Qué bendición fue poder compartir esos siete días, nuestras vidas, nuestros pensamientos, nuestras luchas y nuestros sueños juntos. Y por las noches, disfrutamos magníficas y significativas presentaciones culturales, musicales, artísticas y teológicas de los distintos continentes del mundo en ese mismo salón.

                                                                  

El Arzobispo de Uganda, Henry Orombi, dándonos la bienvenida oficial al continente de África y al país de Sudáfrica, dijo que “el espíritu de Lausana” es “aprender todo lo que se puede, compartir todo lo que se tiene, y servir el uno al otro con humildad”. Y Doug Birdsall, Presidente Ejecutivo del Movimiento de Lausana, dándonos la bienvenida oficial al Congreso en sí, dijo: “Que no seamos lentos en servirnos mutuamente, como ministros los unos de los otros de la gracia de Dios.” Esa fue mi experiencia en CT2010 hace dos años: aprendí todo lo que pude, compartí de mi misma todo lo que tenia, y traté de servir y ministrar la gracia de Dios a mis hermanos y mis hermanas en Cristo en todo el mundo.

De hecho, Dios me habló antes de irme al Congreso, a través del libro del apóstol Pablo a los efesios, el libro bíblico que tuvimos que estudiar y meditar antes de llegar a CT2010. Efesios 6:21 y 22 habla de Tíquico, “hermano amado y fiel ministro en el Señor”, cuyo ministerio era compartir los sucesos de la vida de Pablo y sus compañeros a los santos en Éfeso y en otros lugares, y cuyo don era consolar y confortar los corazones de los creyentes. Después de leer y reflexionar sobre este hombre, sentí que Dios me estaba mandando a Sudáfrica, no solo para recibir bendición, sino también para ser bendición – sentí que Él quería que yo fuese una “Tíquica” contemporánea, compartiendo mi testimonio de vida en Cristo y consolando los corazones de los creyentes. Con ese propósito entonces, entre otros, me fui para CT2010.

Hoy, dos años después, sigo convencida que Dios me ha llamada como una “Tíquica” a las naciones: para alentar, desafiar, confortar y fortalecer en Cristo a las personas que tenemos cerca, en nuestra Iglesia Shalom y en Armenia – y, a través del Internet, para alcanzar al mundo entero con el mensaje consolador y transformador de Jesús.

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