Nostalgia

Nostalgia

Sábado, enero 12 del 2013

Siento mucha nostalgia hoy …

- por mis padres, quienes ahora están de vacaciones en el sur de Portugal, y quienes no he visto en unos 5 meses

- por mis tíos de Viena, Austria, quienes están junto con mis padres, y quienes no he visto desde hace unos 20 años

Acabo de hablar con ellos por Skype: con mi papá en ingles, y con mi tía en alemán. Era la hora del almuerzo allá en Albufeira, Portugal. Mi mama había hecho un plato austríaco para los cuatro – “Gulasch” y “Spaetzle” – y cuando llamé, estaban listos para servir la comida. En la cocina, escuchaba a mi mamá y a mi tío, un chef vienés, hablando del almuerzo en el dialecto alemán de Austria. Casi podía oler y saborear el “gulasch” por las ondas virtuales – pero solo casi. Porque, por más maravillosa que sea la tecnología de Skype al permitirnos comunicarnos mundialmente como si estuviéramos en el mismo lugar, simplemente no es lo mismo que estar allá en la carne, viendo las caras, escuchando las risas, sintiendo el abrazo, degustando el “gulasch”. Ayer, mi papá y mi mamá fueron a caminar por los peñascos famosos del sur de Portugal, admirando la espectacular llegada de la marea de la tarde. Hoy, mis padres y mis tíos van a viajar a conocer el mercado de artesanías portugueses de un pueblo aledaño. Y mañana, mi mamá y mi tía van a cantar en un coro alemán, a capella y en cuatro voces. ¡Cuanto no quisiera montarme ya en un avión, volar a Portugal, y pasar unos días junto con todos ellos …!

Sí, hoy tengo una profunda nostalgia por mis raíces europeas, mi familia austríaca, hablar alemán, comer “Gulasch” y “Spaetzle”, caminar con mis papás, cantar con mi mamá y mi tía …

No es que no esté contenta en Colombia donde estoy, con mi esposo y mis dos hijos y mi iglesia. Amo la vida que Dios me ha regalado aquí – y me siento muy agradecida con las muchas bondades y misericordias que Él me da cada día. Pero, hay momentos cuando extraño mis raíces europeas y mi vida austríaca de antes – cuando quisiera poder estar otra vez con mi familia de sangre, poder zambullirme otra vez en todo lo que significa mi país y mi cultura de Austria.

Son estos momentos cuando Dios me recuerda que mi verdadera ciudadanía no está ni en Colombia (donde vivo ahora), ni en el Canadá (donde nací y crecí) ni en Austria (donde están mis raíces y todos mis familiares). Mi ciudadanía más importante, más auténtica y más real está en el cielo, como lo dice Filipenses 3:20: “Mas nuestra ciudadanía está en los cielos …” Es una ciudadanía eterna, una ciudadanía sin fronteras ni barreras, una ciudadanía infinitamente más hermosa y gloriosa que cualquier ciudadanía aquí en la tierra. Creo que es por eso que Dios me permite sentir estos momentos de nostalgia por mi ciudadanía terrenal – para que nunca me conforme por completo con lo que este mundo me puede ofrecer, para que siempre esté anhelando algo más, algo mayor, algo que es verdadero y eterno. Así como lo hizo el patriarca Abraham hace unos 4,000 años = “Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba. Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa; porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.”

Amado Dios: ayúdame hoy a convivir con el contentamiento y la gratitud que siento aquí en Colombia y con la nostalgia que siento anhelando mis raíces de Austria – recuérdame que aceptar esta paradoja difícil en mi ser interior también es una bendición, porque me hace añorar algo más allá de lo que tengo o podría tener aquí y ahora: mi ciudadanía en el cielo. “Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros.” (1 Pedro 1:3,4)
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