Manos de Esperanza-Parte I

Manos de Esperanza-Parte I

Miércoles, mayo 8 del 2013

De verdad, yo no la vi. Estuve en un ensayo de alabanza en mi iglesia esa tarde. Pero mi esposo Ruben y mi hija Catherine fueron, vieron, y me contaron todo …

La “casa” tiene dos pisos. Bueno, en realidad no es una casa. Es más bien como una cueva. Una cueva muy oscura y muy húmeda, peligrosamente metida en un barranco. Es una estructura muy desvencijada, con un techo y unas paredes hechos de pura esterilla, es decir un bambú grande y grueso que se llama guadua partido en largas tiras paralelas. El piso principal es pura tierra, y el piso superior está hecho de tablitas de madera. Un corredor bien angosto abre a muchos cuartos bien pequeñitos. Cuartos sin muebles: no hay camas – todo el mundo duerme en hamacas o en la esterilla; obviamente no hay muebles ni de sala ni de comedor; y tampoco hay nevera ni estufa – todo se cocina en un fogón de leña fuera de la casa.


Ésta es una “casa” en el barrio Las Veraneras en el sur de nuestra ciudad de Armenia – ¡y es el “hogar” de 84 indígenas desplazados: 14 adultos y 70 niños! Las Veraneras, así se llama el barrio – ¡pero no hay ni una veranera a la vista! Todo es puro polvo y mugre y piedras.

Ruben y yo hemos visto bastante pobreza y desesperación en Colombia a través de los años. Pero, así como Ruben me contó más tarde, nunca en la vida había visto algo semejante a lo que vio esa tarde: un escenario de abandono y descuido total, de absoluta apatía y desesperanza.

Cada vez que llueva (y ha estado lloviendo torrencialmente en estos últimos días), el agua entra a la casa por baldados, a través del techo lleno de huecos, cayendo primero al segundo y luego al primer piso – el cual, siendo pura tierra, se vuelve un barrizal. Todo lo que hay en la casa inmediatamente tiene que ser guardado en algún lugar, para protegerlo de la inundación. Y luego, cuando sale el sol, todo tiene que ser extendido al aire libre para que se vuelva a secar. Y así, día tras día tras día. El otro día, cuando me desperté y escuché una lluvia continua fuera de mi ventana, y me di cuenta que había estado lloviendo así toda la noche, pensé en las 84 personas viviendo en la casa de esterilla en Las Veraneras – y tristemente me pregunté  como deberían de estar – y oré por ellas …

Todo se cocina en un fogón de leña constantemente envuelto en humo. No parecía haber mucho para comer esa tarde que Ruben y Catherine estuvieron allá: solo vieron “chunchulla”, es decir largas tiras de intestino de res, colgando por encima del fuego …

Durante el día, los niños corren descalzos, y tienen muy poca o nada de ropa puesta – lo que sí tienen es vieja y gastada, rota y sucia. Catherine vio una niñita de unos 4 años bailando muy sugestivamente con una música de reggaetón sonando con estruendo desde la cueva, mientras otras niñitas miraban y aplaudían. Espeluznantemente, durante la noche, las cucarachas y las ratas que viven en la cueva junto con los indígenas muerden las cabezas de los niños, y ellos amanecen con heridas sangrientas en sus frentes …

Muchos de los adolescentes y de los jóvenes no van a la escuela ni trabajan – muchos están embarazadas, prostituidas, involucrados con droga, o peor aun …

Las Veraneras: un escenario de completa y total pobreza material, mental, emocional y espiritual. Es un barrio lleno de apatía y desesperanza en medio de la constante lucha de sobrevivir. No hay amor, ni gozo, ni paz allá – solo la batalla diaria para mantenerse vivo. No hay dignidad ni respeto por sí mismo en ese lugar – el pasado, el presente y el futuro no guardan aspiraciones, ni sueños, ni fe. Nadie ha escuchado de Jesús en Las Veraneras – nadie Lo conoce como el Camino, la Verdad y la Vida (Juan 14:6) – nadie Lo conoce como la luz del mundo o la luz de la vida (Juan 8:12).

Es decir, hasta que nuestros amigos Mateo y Shelley y sus cuatro hijas obedecieron el llamado de Dios sobre sus vidas, y se vinieron de California en los Estados Unidos a servir en un ministerio de amor en Las Veraneras. Es decir, hasta que juntaron esfuerzos con Jorge y Cristina de Colombia, y las dos familias empezaron una obra en ese barrio, una obra que se llama “Manos de Esperanza”. Lentamente, el barrio de Las Veraneras está cambiando – gradualmente, la esperanza y el gozo están floreciendo en los corazones de los que viven allá – poco a poco, una fe tamaño grano-de-mostaza está creciendo en ese lugar – día tras día, Jesús está empezando a transformar vidas desde adentro hacia afuera. Porque, para la absoluta pobreza de cuerpo, de mente, de corazón y de espíritu que ha reinado en ese lugar hasta ahora, solo Jesucristo es la respuesta completa.

“Cuando me llamen, yo les responderé; estaré con ellos en medio de las dificultades. Los rescataré y los honraré.” (Salmo 91:15)
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Para leer más sobre el ministerio de la Fundación “Manos de Esperanza” en el barrio de Las Veraneras de Armenia, te invito a volver a Reflections for Living en los próximos días …
 
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