No Temeremos

No Temeremos

Martes, julio 30 del 2013


El lunes pasado, durante la noche, me despertó un relámpago reluciente y un trueno tan fuerte que hizo vibrar toda la casa. Siguieron más relámpagos y más truenos, y todo alrededor de mi seguía temblando. De una vez me acordé del salmo que había estado estudiando en estos días, y empecé a orar y declarar que “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones”. El Salmo 46, por tanta meditación, estaba fresco en mi mente y relevante para mi corazón – y en ese momento de susto, fue mi “pronto auxilio” y mi “fortaleza”.

Este Salmo 46 es de los hijos de Coré, y fue escrito durante el reinado de Josafat cuando los enemigos moabitas, amonitas y edomitas vinieron en contra de Israel. Dios se levantó como poderoso guerrero a favor de Su pueblo, y mientras ellos estuvieron quietos Él les ayudó  con una intervención sobrenatural en su tiempo de temor y angustia. (2 Crónicas 20)

El salmo habla de la tierra removiéndose y los montes temblando y traspasándose al mar, causando terremotos y maremotos. Habla del mar mismo bramando y turbándose, causando huracanes y tsunamis. Menciona las naciones de la tierra bramando y los reinos titubeando, y alude a las guerras que se están peleando en todo el mundo.

Y en medio de tanta turbación en la tierra, Dios nos manda a no temer. 

Pensé en que nosotros aquí en Armenia, Colombia vivimos en un lugar de alto riesgo sísmico – y que en cualquier momento, como pasó el 25 de enero del 1999, podríamos pasar por otro terremoto: viendo, escuchando, sintiendo la tierra y los montes temblando y removiéndose alrededor nuestro. Y escuché la voz de Dios diciéndome que no temiera …

Y pensé en que mi vida interna, mi alma y mi espíritu, también pasa por “temblores” y “terremotos”, y también experimenta sus “guerras”: situaciones que la mueven de aquí para allá y circunstancias que la vuelcan patas-arriba; luchas que tengo con la gente a mi alrededor, conmigo mismo, hasta con Dios;  momentos de conmoción y perturbación que me dejan confundida, asustada y desconsolada. Y en medio de todo este trastorno en mi vida, escucho la voz de Dios diciéndome que no tema …

Porque, aunque la tierra y las naciones y mi vida interna se puedan remover, yo – en lo más profundo de mi ser – no seré conmovida. Dios es mi amparo firme y seguro. Él es mi refugio inamovible. Todo alrededor mío se puede estar moviendo, pero Dios es mi fortaleza inmutable. A Él puedo correr en mi angustia, porque Él es mi “pronto auxilio en las tribulaciones”. A Él puedo clamar en mi necesidad, porque Él me “ayudará al clarear la mañana”. No hay nada ni nadie más en este universo quien es y que responde como Él.

Como leí una vez: “Dios no nos escuda contra las tormentas de la vida, pero sí nos ampara en las tormentas de la vida.”

Por eso, Él me anima a estar quieta, y conocer que Él es Dios. Si nunca me aquieto, no Lo conoceré jamás. Nunca Lo conoceré como el Dios exaltado y enaltecido entre las naciones de la tierra. Y si no Lo conozco, nunca podré confiar en Él. Nunca podré creer con fe y seguridad de que es un Dios que está conmigo, un Dios que me ampara y me fortalece, un Dios que me ayuda con prontitud en mis tribulaciones.

Y si he aprendido a estar quieta cuando mi vida está en relativa calma, y si en esos tiempos he conocido quien es mi Dios en toda Su grandeza y esplendor, también podré estar quieta cuando todo alrededor y dentro de mí está removido, y también podré confiar en que este Dios estará conmigo, que me protegerá y me ayudará y me fortalecerá.
 
Leí una vez de una mujer cristiana, muy dotada y muy activa, cuyo lema diario era: “Anímate y esfuérzate, y manos a la obra”, como dice en 1 Crónicas 28:20. Todos los días veía un afiche en la pared de su habitación con esas palabras escritas, y todos los días salía de su casa presta a obedecer y laborar en servicio al Señor. Un día se enfermó gravemente, y quedó reducida a una cama en un hospital. Desde allí veía otro afiche que estaba pegado en las paredes del cuarto, pero este afiche decía: “Estad quietos, y conoced que Yo soy Dios”, como lo dice nuestro salmo de hoy. Toda una vida esta mujer había dirigido sus días bajo el lema de animarse y esforzarse y trabajar para Dios – y eso está muy bien. Pero ahora Dios le estaba pidiendo que parara, y que tomara un tiempo de quietud en Su presencia para conocerlo en toda Su magnitud y majestad, para conocerlo como amparo y refugio en sus momentos difíciles.
 
Amig@: sepa que Dios prueba nuestra fe para que confiemos en Su fidelidad – y recuerda que  “Jehovah es bueno, fortaleza en el día de la angustia; y conoce a los que en El confían.” (Nahum 1:7)
+ REFLEXIONES PARA LEER