Un Corazon Arado Por Dios

Un Corazon Arado Por Dios

Miércoles Enero 17, 2024

“Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces.” (Jeremías 33:3)

¿A quién no le gustan estas palabras? ¿Quién no anhelaría que Dios le revelara y le enseñara “cosas grandes y ocultas” que no conoce?  Él lo quiere hacer – Él quiere instruirnos en Sus misterios divinos. Y parece que lo único que tenemos que hacer es clamar a Él, y Él responderá con Sus enseñanzas gloriosas. En efecto, eso es lo que dice el versículo.

Pero hay que mirar un poco más allá de solo este versículo – hay que ver bien el contexto en el cual fueron dadas estas palabras. Porque Dios dio estas palabras a Jeremías, un profeta del Antiguo Testamento; y en ese momento estaba preso en el patio de la cárcel que estaba en la casa del rey de Judá, mientras el ejército del rey de Babilonia tenía sitiada a Jerusalén. No estaba en un hotel de 5 estrellas en la playa, ni en un crucero, ni en la cima de una montaña – estaba en una prisión, sin duda con frio y hambre, probablemente maltratado, seguramente sufriendo y en necesidad. Y precisamente allí es donde Dios le pronunció estas palabras de esperanza.  

Porque casi siempre es que, cuando estamos luchando y sufriendo en los lugares profundos de nuestras almas, que Dios habla Sus promesas más significativas a nosotros. Después de todo, ¿cómo Dios puede colocar Sus verdades más profundas en corazones superficiales?

Me hace pensar en un jardín, en semillas y la tierra en la cual se siembran – y en la Parábola del Sembrador contada y explicada por Jesús. Jesús habló de cuatro terrenos en los cuales cayeron las semillas sembradas por el sembrador: tres no tenían ni mucha ni buena tierra, y en ninguno germinaron ni crecieron las semillas – solo el cuarto tenía una tierra buena, propicia para una cosecha de mucho fruto. (Mateo 13:1-9 y 18-23)

Para que germinen y crezcan bien las semillas, ellas necesitan tierra – buena tierra. Una buena cantidad y una buena calidad de tierra. Poca tierra, tierra solo en la superficie, no permite que las semillas broten y prosperen. En poca tierra no hay espacio para que se desarrollen raíces largas y fuertes, hay poca agua, y el sol quema y marchita las semillas. En tierra pobre, las raíces no tienen como crecer ni donde agarrarse, no hay suficiente sustento, no hay protección contra los elementos de la naturaleza, y las semillas tienen poca duración. 

Pero en buena tierra, y en abundante tierra … ahhh …. allí las semillas pueden germinar y crecer en flores hermosas y árboles sólidos y fructíferos. 

Pero, ¿cómo esa tierra llega a ser profunda y buena? Se vuelve profunda y buena mientras el jardinero cava más y más hondo en el suelo – escarbando y raspándolo – aflojando y quebrándolo – usando su pala y su cultivador para hacer un hueco más y más profundo y dejando la tierra suelta, oxigenada y fresca. Luego, las semillas pueden ser sembradas en la profundidad del hoyo donde sus raíces pueden crecer largas y fuertes, donde tienen suficiente agua y sustento, donde están protegidas de los estragos de la naturaleza. Allí en la profundidad, cubiertas de abundante y buena tierra, crecerán y un día serán unas lindas flores o unos árboles fructíferos. 

Y así es con mi alma y mi corazón: solo un alma y un corazón que hayan permitido que el Jardinero divino cave hondo en sus lugares más profundos, escarbando y raspando, aflojando y quebrantando, trabajándolos y preparándolos, solo estas almas y estos corazones están en condición de recibir las “cosas grandes y ocultas”, las verdades inescrutables y grandiosas, que Dios les quiere dar. Solo almas y corazones profundos pueden recibir secretos profundos de parte de Dios. ¿Cuesta? Sí cuesta. ¿Duele? Sí duele. Cuesta y duele mucho más que un simple clamor. Cuesta y duele también el permitir que el Jardinero de nuestras almas y nuestros corazones desentierre y arranque y quebrante cosas en nosotros que no Le agradan y no Le sirven, cosas que estorban y entorpecen, cosas que arruinan y destruyen – hasta que nuestras almas y nuestros corazones sean los terrenos preparados y fértiles que puedan recibir todo lo que Dios nos quiere revelar y entregar.

Amigo: ¿cómo estás hoy? ¿Sintiéndote con un corazón muy superficial, que no tiene en donde acoger todo lo que Dios quiere dar? ¿O sientes que Dios está cavando y arando en tu corazón, siempre más y más hondo, causando más y más dolor, dejando más y más heridas con Su pala y Su cultivador que quebrantan y aflojan lo duro que hay en ti? Si sientes hoy que tu corazón es un hueco profundo, raspado, abierto y adolorido, hay una palabra de gran esperanza para ti: Dios está ahondando tu corazón para que quepa más de Él en ti. Más grande y más profundo tu corazón – más “cosas grandes y ocultas” Él podrá enseñarte. Los que tienen un corazón superficial que es poco trabajado y preparado, nunca tendrán las revelaciones divinas que tú, con tu corazón laborado por el Jardinero divino, conocerás. 

Para ti, con tu corazón arado: “Hubiera yo desmayado, si no creyese que veré la bondad de Jehová en la tierra de los vivientes. Aguarda a Jehová; esfuérzate, y aliéntese tu corazón; sí, espera a Jehová. (Salmo 27:13-14) 

 

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