Como Velitas Flotando En Una Piscina

Como Velitas Flotando En Una Piscina

Lunes, 7 de octubre del 2013

Ayer por la tarde estábamos llorando de alegría – y por la noche llorábamos de tristeza. ¿No es así la vida?

Nos invitaron a la fiesta de cumpleaños de un amigo – y juntos con familia y algunos amigos cercanos celebramos la vida de este hombre, este esposo, este papa, este abuelo. Fue un hermoso tiempo de homenajear, afirmar, cantar y orar por un hombre según el Salmo 128 – un hombre …

-    quien teme a Dios
-    quien anda en Sus caminos
-    quien ha podido comer el trabajo de sus manos, y le ha ido bien
-    cuya mujer ha sido y es como vid que lleva fruto a los lados de su casa
-    cuyas hijas son como plantas de olivo alrededor de su mesa
-    a quien Dios le ha permitido ver los hijos de sus hijas
-    quien vive con bien y en paz

Pero, al salir de esa fiesta tan amena, llena de tantos sentimientos de gozo, de amor y de agradecimiento a Dios por una vida tan bendecida, recibimos la triste noticia de la muerte de una adolescente de unos 16 años quien acababa de morir de un golpe en la cabeza por una simple caída. Aunque no la conocíamos personalmente, conocemos a mucha gente que la conocía y la amaba, y el quebranto y la aflicción de todos es profundo.

Y pensé en un pasaje bastante conocido del libro de Eclesiastés de la Biblia que dice:

“Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.
Tiempo de nacer, y tiempo de morir;
tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado;
tiempo de matar, y tiempo de curar;
tiempo de destruir, y tiempo de edificar;
tiempo de llorar, y tiempo de reír;
tiempo de endechar, y tiempo de bailar;
tiempo de esparcir piedras, y tiempo de juntar piedras;
tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar;
tiempo de buscar, y tiempo de perder;
tiempo de guardar, y tiempo de desechar;
tiempo de romper, y tiempo de coser;
tiempo de callar, y tiempo de hablar;
tiempo de amar, y tiempo de aborrecer;
tiempo de guerra, y tiempo de paz.” (3:1-8)

Ayer celebramos con alegría la vida abundante de un hombre de 70 años – y fue un tiempo de reír, de bailar, de abrazar, y de hablar. Y ayer lloramos con muchas preguntas la vida tan corta de una niña de escasamente unos 16 años – y ha sido un tiempo de llorar, de endechar y de callar.

La fiesta de cumpleaños se celebró en un chalet, con todo decorado de blanco – y de noche, con muchas velas prendidas, hasta con velitas flotando en la piscina. Todo se veía tan, tan hermoso. Y tomé unas fotos.

Al llegar a casa más tarde, y al estar reflexionando y hablando en familia sobre la vida y la muerte, pensé en una de las fotos que tomé – la de una velita flotando en la piscina.

Nuestro cumpleañero es como esa velita: rodeado de una familia de muchas velitas – un ejemplo de  fidelidad, de esfuerzo y de alegría – una lucecita alumbrando en vida.

Y la niña que murió: una velita solitaria – flotando en la noche oscura – una lucecita alumbrando al morir. Porque, ojalá esa niña no haya muerto en vano – ojalá su vida será recordada para bien – ojalá su muerte precoz pondrá a muchas personas a reflexionar, a considerar sus propios caminos, a organizar su presente y a prepararse para el futuro. Como lo dijo Amos, un profeta del Antiguo Testamento: “… prepárate para venir al encuentro de tu Dios …” (Amos 4:12)

Que esa niña sea como el grano de trigo del cual habló Jesús un día a unos griegos que querían verlo y conocerlo: “De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto.” (Juan 12:24) Que esa niña, esa velita, no quede sola – sino que, al morir, de abundante cosecha de vidas cambiadas y transformadas para bien.

+ REFLEXIONES PARA LEER