Hierro Con Hierro Se Aguza

Hierro Con Hierro Se Aguza

Sábado, Diciembre 28 del 2013


Me desperté esta mañana, dándome cuenta que la Navidad 2013 ya pasó y que un nuevo año, el 2014, ya casi llega.

 

Y me pregunté: ¿cómo quiero vivir mi vida en este año, no importando lo que me venga? ¿qué es lo que quiero lograr? ¿qué huellas y que sendas quiero dejar? ¿cómo quiero que mi ser interior, mi carácter y mi personalidad se vean cuando el nuevo año se acaba?


Y por una razón u otra, Proverbios 27:17 me vino a la mente: “Hierro con hierro se aguza; y así el hombre aguza el rostro de su amigo.”


En este año, más que en otros quizás, he sentido el aguzar de mi “hierro” con el “hierro” de otros. Y por doloroso que haya sido, y sigue siendo, es bueno – porque es dentro de los pensamientos y los planes de Dios que sea así. Tengo que ser aguzada: los bordes demasiado duros e hirientes de mi personalidad tienen que ser limados – las áreas demasiado blandas y sin compromisos de mi carácter tienen que ser pulidas a mayor agudeza. Tengo que ser afilada para poder ser más útil y eficaz y productiva.


Pero me pregunto: mientras el “hierro” de otras personas aguza el “hierro” dentro de mí, ¿simplemente me estoy volviendo un “cuchillo” más afilado que corta con mayor nitidez las vidas de los que me rodean? ¿simplemente me estoy volviendo una “flecha” más puntuda, volando más rápidamente por el aire y penetrando más hondo en el corazón de los demás?
¿O será que el “hierro aguzando hierro” en mi vida está produciendo una cosecha del fruto del Espíritu Santo en mi? Mientras me siento afilada día tras día por el “hierro” de los demás, ¿hay más “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, y dominio propio” (Gálatas 5:22,23) en mi corazón?


Por un lado, yo se que necesito – y quiero – ser aguzada y afilada por el Artesano por excelencia. Por otro lado, quiero que el aguzar y el afilar dentro de mí me ablanda y me suaviza, me haga más sacrificada y benigna, más mansa y bondadosa. Pero estas dos cosas me parecen paradójicas, completamente imposibles: ¿cómo puedo ser aguzada y ablandada al mismo tiempo?


Entonces, me acuerdo que no soy yo quien puedo hacer crecer el fruto de benignidad y mansedumbre en mi vida. Yo soy un simple pámpano que tiene que mantenerse conectado a y permaneciendo en la vid verdadera que es Jesús. Cuando lo hago, es el Espíritu Santo quien hará que Su fruto crezca a plenitud y a perfección dentro de mí. Solo Él puede aguzarme y suavizarme al mismo tiempo.


Entonces, al terminar este año y al empezar uno nuevo, oro para que Dios y los demás y yo misma podamos ver y gustar más y más de la bondad del fruto del Espíritu en mi vida.


Querid@ amig@: que sea así, en mi vida y en la tuya.

 

+ REFLEXIONES PARA LEER