Mi Dios de Maravillosas Sorpresas

Mi Dios de Maravillosas Sorpresas

Miércoles, Agosto 6 del 2014

 

¡Mi Dios está lleno de inesperadas y maravillosas sorpresas!

 

Ayer, estaba en camino de mi casa en Armenia, Colombia hacia el Canadá para visitar a mi familia y unos amigos. La primera etapa de mi itinerario de viaje, Armenia a Bogotá, fue muy buena: un vuelo corto, no mucha turbulencia, un excelente articulo en una revista – y llegué.

 

Afortunadamente tuve suficiente tiempo antes de mi próximo vuelo desde Bogotá hacia Toronto, entonces no tuve que volar para recoger mi equipaje, correr al bus que me llevaría al aeropuerto internacional, correr al counter de Air Canada para volver a  mandar mis maletas y recoger mi pasa bordo. Esta vez pude simplemente caminar sin prisa haciendo todo lo que tenia que hacer, pero también entrar a algunos almacenes y tiendas, tomar unas fotos, comprar un café, y con despacio pasar por Emigración y llegar a todas las puertas de salida.

 

Fue en la Plaza de Comidas, mientras miraba qué comprar para el almuerzo, que de repente paré y miré hacia atrás: ese joven sentado allá, comiendo un combo de Burger King junto con otro jovencito y (supongo) la madre, me parecían algo familiares. ¿Quiénes eran? ¿No los conocía yo? Pensé que los conocía… “¿Jacquie?” La mujer volteó y por un segundo me miró confundida; luego, cuando me reconoció, sonrió y se rió y saltó a abrazarme. ¡Sí, era ella! Era mi amiga Jacqueline Vasquez quien, hace años, se había mudado de Armenia a Pereira a Barranquilla a Bogotá – y luego a Lima, Perú – y ahora vivía en México con su esposo y sus dos hijos. No la había visto en más de 3 años – y ahora, aquí estábamos las dos, cara a cara en el aeropuerto de Bogotá, yo dirigiéndome al Canadá, ella devolviéndose a México, las dos con varias horas de espera antes de nuestro próximo vuelo. Mi sándwich de Subway, que había pensado comer sola, de un momento a otro supo mucho más delicioso con la inesperada y encantadora compañía de mi amiga y sus dos hijos adolescentes.

 

¡Sí, mi Dios es un Dios de maravillosas sorpresas! Como dice Santiago 1:17 = “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces…”                                                     

 

Y hablando "de lo alto", mientras escribo esta reflexión, y mientras tomo fotos por fuera de la ventana del avión, estoy a 10,000 metros en el aire. El Mar Caribe azul, y innumerables nubes blancas y esponjosas están reflejando el atardecer debajo de mi. Yo estoy muy alto en el cielo, volando sobre países y mares, cada momento alejándome más y más de los que amo en Colombia, y cada momento acercándome más y más a los que amo en el Canadá. Siempre es así: siempre estoy triste porque estoy dejando atrás personas que valoro, y al mismo tiempo estoy feliz porque estoy acercándome a otras personas que también valoro.

 

Gracias a Dios, mi Dios va conmigo dondequiera que vaya, y al mismo tiempo se queda atrás con todos que yo dejo atrás. Él esta en todo lugar, en todo tiempo – y puede ver y cuidar de todos, siempre. Por lo tanto, aunque esté tanto triste como feliz por mis momentáneas perdidas y ganancias, “sé en quién he creído, y estoy seguro de que tiene poder para guardar hasta aquel día lo que le he confiado.” (2 Timoteo 1:12) Esa promesa me incluye a mi – e incluye a los que amo, tanto los que estoy dejando atrás y los que estoy visitando.

+ REFLEXIONES PARA LEER