Mi Otra Vida

Mi Otra Vida

Martes, Agosto 26 del 2014

 

Estoy sentada en una inmensa y plana roca en la orilla del Lago Huron. El sol caluroso de la tarde me esta calentando la cara. La fresca brisa de agosto esta moviendo mi pelo. Estoy mirando las olas al llegar, ola tras ola rugiendo y bramando, disfrutando el sol brillando sobre el lago – disfrutando el cielo azul y su reflejo azul en el agua – disfrutando ver un pato solitario volando por encima de mi – disfrutando sentir el viento en mi cara – disfrutando el olor tan frio y fresco del agua – disfrutando las rocas cacarañadas, las flores y las hierbas tan fuertes y resistentes surgiendo de las grietas y las fisuras mas improbables todo alrededor mío…

 

(¡Espero que la venenosa serpiente de cascabel que se ha visto por estos lados se mantiene distante por ahora!)

 

Todo esto hace parte de “mi otra vida”. La vida que yo vivo cuando regreso al Canadá de visita. La vida que vivo cuando no soy una esposa y madre de dos jóvenes y líder pastoral de una iglesia en Armenia, Colombia. La vida que antes era la mía cuando todavía vivía aquí – antes de trasladarme, junto con mi esposo, a Suramérica para empezar una nueva y muy distinta vida como misioneros y pastores.

 

Es una parte de mi vida que a veces extraño bastante. Porque, donde yo vivo ahora, aunque es un sueño hecho realidad estar viviendo al pie de los Andes, allí no hay agua excepto por unos pequeños ríos y riachuelos. Y a mi me hace mucha falta la gran, majestuosa y estruendosa inmensidad de los Grandes Lagos que yo conocía y amaba cuando yo estaba creciendo aquí. Cuando yo era joven, yo pasaba cada fin de semana por años y años en una cabaña en las orillas del Lago Huron. Tengo tantas memorias de estar sentada, hora tras hora, en la orilla rocosa, así como estoy ahora, pensando y orando, leyendo y escribiendo – de estar caminando por kilómetros por las carreteras de tierra – de andar en canoa en los laguitos mas calmados – de nadar en las frías aguas. Yo era una niña de los Grandes Lagos canadienses, del aire libre – ¡y disfrutaba de cada momento!

 

Pero “mi otra vida” incluye mucho más que solo estar al aire libre en el norte de mi provincia de Ontario. Incluye primeramente estar otra vez disfrutando la compañia de mis padres y algunos amigos cercanos. Incluye sentirme tan maravillosamente cómoda hablando un idioma (el ingles) sin nada de acento, aun cuando mi español es muy fluido. Incluye escuchar y hablar otra vez mi casi-olvidado alemán – ver el canal de Deutschewelle en la televisión – y comer las deliciosas comidas austriacas de mi mamá. Incluye visitar a los grandes almacenes de IKEA y de Walmart, a cada Dollarama en cada ciudad que entro, al muy famoso Farmer’s Market de Waterloo, y definitivamente incluye comer al menos una vez en Swiss Chalet y Red Lobster – viendo y escuchando, oliendo y saboreando tantas cosas internacionales tan diferentes y tan maravillosas alrededor mío. 

 

“Mi otra vida” incluye nuevos descubrimientos cada vez que regreso al Canadá: como si no fuera suficientemente nuevo para mi todavía el hecho de que haya “loonies” y “toonies” (monedas de 1 y 2 dólares), ahora también hay billetes plásticos de 20 y de 10 y de 5 dólares – ¡y se sienten tan raros! Incluye sentirme tan “boba” cuando se trata de todas las máquinas tan sofisticadas de “hazlo-tu-mismo”: maquinas para fotocopiar, maquinas para imprimir fotos, y todos los diferentes datafonos que piden que la tarjeta se deslice o se mete, que piden PIN o firma o huella… Hoy, casi lloré: “mi otra vida” incluye sentirme abrumada, cada vez que regreso, por la increíble variedad de cosas entre las cuales siempre hay que escoger: ¿cuántos distintos sabores de sémola puede haber? ¿qué ha pasado con el simple sabor “natural”? - ¿y como asi: “quisieras tener el recibo impreso o que te lo mandemos por correo electrónico? ¿y quisieras tener un recibo normal o un recibo de regalo? ¿y quisieras tener el recibo en la bolsa o en la mano?” – “ahhh…sí???”

 

Mi vida normal: la que vivo en Armenia, Colombia con mi esposo y mis dos hijos y la iglesia y la ciudad donde ministro y sirvo. Y “mi otra vida”: la que vivo cuando regreso de vez en cuando al Canadá – la que antes siempre vivía pero que ahora se siente tan completamente extraña para mi – la que a veces me da tanto gozo y deleite, y otras veces tanta confusión y tanto estrés.

 

Pero: ¡Gloria a Dios! ¡El es el Dios de mis dos vidas!

 

Aunque yo pase de una vida a la otra cada vez que vuelo de un continente al otro, El está conmigo dondequiera que vaya. “Sé que el Señor siempre está conmigo;
 no seré sacudido, porque él está aquí a mi lado.” (Salmo 16:8)

 

Aunque el lugar y los tiempos y las circunstancias alrededor de mi puedan y sí cambien, El nunca cambia. “Jesucristo es el mismo, ayer, hoy y siempre.” (Hebreos 13:8)

 

Uno de los nombres hebreos para Dios es “El Chaiyai”, y significa “el Dios de mi vida”. Como en el Salmo 42:8 que dice: “De día mandará el Señor Su misericordia,
 y de noche Su cántico estará conmigo;
 elevaré una oración al Dios de mi vida.”

 

¡Sí – así es! Si estoy viviendo mi vida normal en Colombia o “mi otra vida” en el Canada, ¡Dios es mi “El Chaiyai” – “el Dios de (toda) mi vida”! 

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